La Dialéctica de mujeres y hombres, un acuerdo entre iguales

La comunicación hoy día, tal y como la conocemos y practicamos, se hace de manera tan natural y automática que pareciera ser que ha estado ahí durante toda la vida de la humanidad. Los seres humanos producimos “mandos” de diferentes maneras, buscando siempre obtener algo. Decir por ejemplo ¡hola! es un mando, pues buscamos un ¡hola! de regreso y hubo un momento en la historia del hombre en el que dos seres humanos se pusieron de acuerdo en que al decir “hola” se estaban saludando, reconociendo, y en últimas aceptando. Todo esto se puede decir que ocurrió gracias a una conversación, surgiendo con este saludo, no solo un sonido particular, sino también una emoción, la de alegría en un momento dado, o de tristeza, dependiendo del contexto, por solo mencionar dos emociones. Podemos entonces decir que a partir del acuerdo entre varios seres humanos, en que decir “hola”, es una manera de saludarse y reconocerse, surge una cultura entre ellos, que si la enseñan a otros, tendrá la posibilidad de perdurar en el tiempo. ¿Quiénes tuvieron esa primera conversación? ¿Dos hombres, dos mujeres, un hombre y una mujer? Probablemente nunca lo sepamos, pero las consecuencias de esa conversación han afectado a la mujer de manera incalculable. 

Desde ese primer hola hasta el día de hoy, el ser humano ha desarrollado varias sub culturas, de acuerdo con su entorno, sus necesidades, sus creencias, en sí, lo que le refuerza, enfrentándose a su ambiente de dos maneras: la patriarcal y la matrística, dos opuestos que no se atraen. La tesis y la antítesis si se me permite decir.

La cultura patriarcal se puede definir como la cultura del tener: su postulado principal radica en que mientras más se tiene, es mejor; es la cultura del consumismo, surgiendo aquí el concepto de propiedad privada. La cultura matrística, por el contrario, está reforzada por el hecho de que es más importante ser, en la medida en que un ser humano “es” se puede desarrollar mejor ante una sociedad solitaria y competitiva.

Estas dos maneras de interacción con el mundo, que en sus inicios fueron claramente diferenciales, hoy día están mezcladas, de tal forma, que al ser humano a veces solo le refuerza tener, pero a veces, el ser se torna tan importante, que deja de lado el deseo de poseer. Esta dicotomía es la que nos hace tan complejos.  ¿Pero quienes son los que hacen que estas dos formas de actuar sobrevivan en nuestra sociedad? Los hombres y las mujeres que llevamos a cabo las prácticas sociales que han evolucionado con el paso de los siglos. Mediante conversaciones, las mujeres hemos dado a conocer nuestro punto de vista y hemos construido junto con los hombres la sociedad existente que hoy conocemos. Mediante conversaciones, las mujeres hemos logrado que se nos permita votar, trabajar, estudiar, decidir si queremos ser madres o no. Ha sido un camino muy largo y tortuoso pero que ha valido la pena. Sin embargo, no es preciso dar aquí un discurso feminista y pontificante acerca de los temas de moda como el de la importancia del lenguaje incluyente, que la verdad es bastante agotador; esos “las y los” “nuestras y nuestros” extenuantes que no generan ningún impacto practico a la causa.


Cada año se celebra el día internacional de la mujer, que en la última década se le ha incorporado el apellido de trabajadora como una forma de que la celebración no se sienta más machista de lo que ya es. Ese día, los hombres les regalan rosas a las mujeres, las invitan a salir y les dicen que ellas son el centro del universo. Al día siguiente todo ese derroche de feminismo se va al traste. Sería más interesante que no existiera ese día, sería más interesante que por ejemplo en las señales de los baños públicos, la señal de “baños para cambiar bebes” no tuviera la silueta de una mujer con un bebe, sino la de un hombre con un bebe ¡o solo un bebe! Sería más interesante que en igualdad de condiciones, una mujer no gane menos que un hombre, o que pueda vestirse con una minifalda sin el miedo a ser violada. Sería más interesante que las niñas quisieran ser profesionales independientes cuando grandes y no reinas de belleza que no saben contestar preguntas.

Vamos entonces a la síntesis: es este momento de la historia, en que debe plantearse de manera urgente una conversación consensuada, que recoja lo mejor de la cultura patriarcal y lo mejor de la cultura matristica: denominémosla una democracia real y mixta, donde se propende por el bienestar material del uno, sin afectar al otro, donde la mujer y el hombre trabajen hombro a hombro por su destino, donde esta democracia actúe como un árbitro moderno, que trata de controlar la emocionalidad humana, la femenina y la masculina, sin demeritar su intensidad, sino más bien encausándola hacia un bien común. Una sociedad igualitaria es garantía de desarrollo y crecimiento juntos, donde la calidad de vida del ser humano prime por encima de clasificaciones excluyentes a las que ya está acostumbrada. Esta sociedad igualitaria afortunadamente es cada vez más una realidad, que las mujeres hemos ido configurando a pulso con paciencia y estoicismo.  


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