El Infierno visto
por Sandro Botticelli (ca. 1480–1495).
Artículo publicado en la Revista Digital Masónica Adoniram, del Supremo Concejo Central Colombiano para el Grado 33° del REAA – Colombia
Volumen VI, Numero 3
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LA FORMA, EL LUGAR Y LA DIMENSIÓN DEL INFIERNO
Por Margarita Rojas
Blanco M.·. M.·.
En los años 1600, cuando
el tirano mandó en casi todo el mundo conocido, las cosas eran muy confusas. La
oscuridad cubría las mentes de las gentes y la norma era explicar todo por
medio del pensamiento mágico. Pero esto fue bueno, porque cuando más se está al
borde del abismo, la soberbia domina, pero cuando se cae en él, es cuando
realmente somos lógicos y brillamos. La humanidad tocó fondo y brilló.
Para entender porque
sucedió la Ilustración, es preciso devolverse en el tiempo un poco y ver qué
fue lo que pasó, y para esto, que mejor personaje que Galileo Galilei. Era el
año 1588, y Galileo fue invitado por la Academia Florentina a presentar dos
lecciones sobre un tema bastante particular y, a la vez, tremendamente
simbólico: "la forma, el lugar y la dimensión del infierno de Dante
Alighieri". Este episodio se ubica en una etapa temprana de la vida de
Galileo, cuando todavía no había alcanzado la fama como astrónomo o físico,
pero ya se destacaba como un pensador brillante y versátil, interesado tanto
por las ciencias naturales como por las humanidades.
Durante este período, Florencia era uno
de los centros culturales más importantes de Europa, y la Accademia del Cimento
o Academia Florentina era una institución de gran prestigio, compuesta por los
más influyentes pensadores y científicos de la época. La academia se dedicaba a
la promoción de las ciencias experimentales y la filosofía natural, y su
objetivo principal era fomentar el estudio del mundo natural a través de la observación
en los albores del método científico.
La invitación a Galileo,
que en 1588 tenía solo 24 años, marcó un momento significativo en su carrera.
Aunque Galileo no era aún el gran astrónomo que sería después, ya había
demostrado su brillo en las matemáticas y su habilidad para integrar el
conocimiento clásico con las investigaciones científicas modernas.
El tema sobre el que
Galileo fue invitado a dar las lecciones -"la forma, el lugar y la
dimensión del infierno de Dante"- era, a primera vista, inusual para un
futuro científico que se convertiría en pionero de la astronomía y la física.
Sin embargo, esta invitación también reflejaba una de las características del
Renacimiento, que era la integración del conocimiento científico y humanista.
Galileo fue una de las
figuras más influyentes de la Revolución Científica y, por lo tanto, su obra
dejó una huella profunda en muchos campos del conocimiento y en generaciones de
pensadores posteriores, sentando las bases de la Ilustración. A lo largo de su
vida, Galileo no solo revolucionó la astronomía, la física y las matemáticas,
sino que también inspiró a una serie de figuras clave en la historia de la
ciencia, la filosofía y la religión, abriendo la puerta a la Ilustración,
influenciando a los grandes pensadores de esta época, como por ejemplo Isaac
Newton.
Galileo demostró que todos
los cuerpos caen a la misma velocidad en ausencia de resistencia del aire (el
experimento de la torre de Pisa), un principio clave que Newton utilizó para
desarrollar su teoría de la gravedad. Además, el uso de la observación empírica
y el método experimental que Galileo perfeccionó, fue adoptado por Newton en su
obra Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica.
Johannes Kepler, el gran
astrónomo alemán, fue otro de los pensadores que se benefició enormemente de
los avances de Galileo, con su mejora del telescopio y sus observaciones sobre
los satélites de Júpiter y las fases de Venus, proporcionando pruebas
observacionales que apoyaban el modelo heliocéntrico de Nicolás Copérnico, que
Kepler también defendió.
René Descartes y Galileo
tuvieron diferencias filosóficas, sin embargo, Descartes también fue
influenciado por el trabajo de Galileo, especialmente en lo que respecta al
método científico y el uso de las matemáticas para describir el mundo físico.
Galileo fue un precursor
de la teoría de la relatividad en su trabajo sobre el principio de la
relatividad y la inercia influenciando a Einstein siglos después. Thomas
Jefferson, el tercer presidente de los Estados Unidos y uno de los filósofos
políticos más influyentes de la Ilustración, también fue influenciado por las
ideas científicas de Galileo. Michael Faraday, el gran físico y químico
británico, fue también marcado por su énfasis en la experimentación y el uso de
un enfoque empírico para entender la naturaleza.
Todo esto prueba que, sin
Galileo, la ilustración hubiera sido muy diferente.
Pero regresemos de nuevo
al infierno, porque en todas partes se cuecen habas. Dante Alighieri, el gran
poeta florentino del siglo XIV, había escrito su obra más famosa, La Divina
Comedia, en la que relataba un viaje alegórico a través del Infierno, el
Purgatorio y el Cielo. En su obra, el Infierno es descrito como un lugar de
profundidades abismales y círculos concéntricos, con una estructura geométrica
y jerárquica que se ha convertido en un símbolo literario y cultural
ampliamente reconocido.
Galileo, influenciado por
la formación matemática y geométrica del Renacimiento, utilizó el conocimiento
científico de la época para abordar una interpretación más racional y “física”
del Infierno de Dante. En sus lecciones, Galileo intentó dar una explicación
sobre la forma y la dimensión del Infierno, utilizando principios matemáticos,
algo que ya había comenzado a hacer en sus estudios de física y matemáticas, en
lugar de simplemente ofrecer una lectura literaria o teológica de la obra de
Dante, para así determinar la forma del Infierno, es decir, cómo debería ser la
estructura espacial del lugar, de acuerdo con las descripciones poéticas del
autor.
Por ejemplo, Dante
describe el Infierno como un lugar en el que los pecadores son castigados en
círculos concéntricos, que descienden hacia el centro de la Tierra. Galileo, en
un ejercicio de matematización de lo poético, aplicó principios de la geometría
euclidiana y de la física para intentar visualizar cómo sería esa estructura,
pensando en términos de espacio y forma. Su enfoque no era religioso ni
teológico, sino más bien científico, buscando aplicar la razón y las
matemáticas al texto.
Además, la obra de Dante
también era vista como una alegoría sobre el orden cósmico y moral del
universo, lo que probablemente llevó a Galileo a vincular los elementos
geométricos de Dante con la estructura del universo físico, que él mismo estaba
empezando a explorar. Galileo, por lo tanto, no solo estaba interesado en la
obra de Dante desde el punto de vista literario, sino también en cómo la
ciencia podía explicar o reinterpretar esos relatos. Galileo quería explicar el
mundo.
Aunque no fue una obra de
gran impacto científico en sí misma, este episodio tuvo un valor simbólico en
la trayectoria de Galileo. Mostró su capacidad para integrar diferentes campos
del conocimiento, y su habilidad para aplicar principios científicos a cuestiones
filosóficas y literarias, algo que más tarde caracterizaría su enfoque hacia la
astronomía y la física.
Esta intervención sirvió
como un preludio a las futuras polémicas en las que Galileo se vería envuelto,
al tratar de reconciliar la ciencia con las ideas religiosas y filosóficas de
su tiempo. Si bien en 1588 Galileo aún no era el hombre que desafiaría la visión
geocéntrica del mundo, su inclinación por aplicar el razonamiento matemático y
científico a temas más amplios dejó claro que su camino estaba marcado por la
búsqueda de una comprensión racional del universo.
Tiempo después, en 1633,
50 años antes del inicio de la Ilustración, Galileo fue llamado a juicio por la
Inquisición y fue condenado por herejía. En este juicio, Galileo fue obligado a
abjurar de sus creencias sobre el heliocentrismo y se le prohibió enseñar o
escribir sobre el tema. Se dice que, tras su condena, Galileo, mientras
abandonaba el tribunal o salía del juicio, habría pronunciado la famosa frase
"E pur si muove" en referencia a la Tierra, indicando que, aunque
había sido obligado a retractarse, la Tierra seguía moviéndose alrededor del
Sol, es decir, la verdad científica no había cambiado, aunque él hubiera tenido
que negar públicamente sus propias conclusiones. La Iglesia Católica no levantó
la prohibición sobre los escritos de Galileo sino hasta 1822, y en 1992 el Papa
Juan Pablo II reconoció oficialmente que el juicio contra Galileo había sido
injusto. Galileo Galilei no
fue ejecutado a pesar de ser condenado por la Inquisición debido a una serie de
factores políticos, sociales y religiosos que jugaron a su favor. Giordano
Bruno no corrió con la misma suerte.
Como se ve, en el vasto
laberinto de la historia humana, donde los ecos de antiguas creencias aún
resuenan entre las piedras y las estrellas, la razón se alza como un modelo de
esperanza, pero también como una llama que, en su atropellada expansión,
arrastra consigo la fragilidad de la verdad.
La razón, esa fuerza que
la Ilustración acomodó en el corazón del pensamiento humano, sigue siendo hoy
el pilar sobre el que se construyen las catedrales del conocimiento moderno,
aunque no sea tan evidente para muchos. No obstante, a medida que la humanidad
avanza en su búsqueda de la luz, los vientos de la desinformación, las noticias
falsas, la posverdad y las teorías conspirativas han comenzado a oscurecer el
horizonte de nuevo, desdibujando las fronteras entre la verdad y la mentira. En
la época en que las personas tienden a dar más peso a lo que sienten que a lo
que es objetivamente cierto, favoreciendo las emociones, las creencias
preexistentes o los intereses personales sobre los hechos verificables, es la
razón la llamada a salvarnos, de nuevo, siglos después de que Galileo iniciara
sus luchas y le pasara el testigo a Newton, en la carrera de relevos por la
verdad.
En este contexto tan
complejo, la masonería, con su tradición crítica racional original, ofrece un
refugio para el pensamiento libre y la reflexión profunda, guiando a los
buscadores hacia una comprensión más clara de las fuerzas que deben mover al
mundo.
El vínculo entre la razón
y la masonería es tan antiguo como las primeras piedras levantadas en los
templos de las civilizaciones antiguas. La masonería, esa sociedad secreta que
a menudo se presenta como un enigma, es en realidad una de las instituciones
más emblemáticas en la promoción del pensamiento crítico. Sus rituales,
cargados de simbolismo, no son meros juegos de ocultismo, sino expresiones de
un sistema filosófico que alienta la autodisciplina, el respeto por la verdad y
la búsqueda del conocimiento. En sus logias, donde se reunían los sabios de
antaño y ahora los nostálgicos del presente, se cultiva la razón como
herramienta de transformación personal y social. Que no se nos olvide.
En la ilustración, en los
tiempos en que la razón se veía amenazada por las fuerzas del dogmatismo
religioso y el autoritarismo político, la masonería se erigió como un bastión
de libertad intelectual. Es en este contexto que los filósofos ilustrados como
Voltaire y Jean-Jacques Rousseau, muchos de ellos masones, promovieron la idea
de que la razón humana era capaz de desentrañar los misterios del universo y de
poner fin a la tiranía de la superstición. En los albores del siglo XVIII,
Europa vivió un despertar que cambió para siempre la manera en que los seres
humanos se concebían a sí mismos y al mundo que los rodeaba.
Fue la Ilustración, la luz del
pensamiento racional que deslumbró a pensadores como Newton, Voltaire,
Rousseau, Montesquieu y Diderot, quienes decidieron que la razón debía ser la
brújula que guiara el destino de la humanidad. La Ilustración no solo se
encargó de desafiar las viejas estructuras del poder, sino que colocó a la
razón en el centro de la vida humana, proponiendo que, a través del
conocimiento, el hombre podría liberarse de las ataduras de la superstición, el
dogmatismo y la opresión. La masonería, al igual que la ciencia, creyó y cree
que el hombre debe ser libre para pensar y reflexionar sin las cadenas de la
ignorancia. En ese sentido, los masones
de antaño no solo construyeron edificios, sino también puentes hacia el futuro.
Isaac Newton fue una de
las figuras más influyentes de la Ilustración y uno de los pilares
fundamentales de la Revolución Científica. Aunque su obra se desarrolló en el
siglo XVII, sus ideas y descubrimientos tuvieron un impacto profundo en el
siglo XVIII, que es considerado el apogeo de la Ilustración.
Así mismo Isaac Newton está asociado a
la masonería por su relación con John Theophilus Desaguliers, pues tuvieron contacto
profesional y académico. Desaguliers fue un destacado científico y filósofo
inglés del siglo XVIII, conocido por su trabajo en la física, la ingeniería y
su vinculación con la masonería. Desaguliers jugó un papel importante en la
difusión de las ideas de Newton, y fue un claro defensor de la física
newtoniana, especialmente en la Royal Society y en el ámbito académico.
La razón en clave de
Newton, o de Desaguliers, es el motor que aún impulsa la educación moderna.
Desde los primeros días de la Revolución Científica, la razón se ha consolidado
como el eje fundamental sobre el que se erige el conocimiento, aunque sea
invisible a los ojos de muchos, porque la palanca y la rueda funcionan, así no
creas en ellas.
Sin embargo, en un mundo
donde la información fluye sin cesar, la razón se enfrenta a desafíos inéditos.
La educación moderna debe enseñar a los estudiantes a discernir la verdad de la
mentira, a navegar en un mar de datos y a deconstruir las narrativas que a
menudo se presentan como absolutas. La capacidad de pensar de manera crítica y
razonada se ha vuelto esencial para enfrentar los retos del siglo XXI, cuando
los medios de comunicación y las redes sociales se han convertido en las
principales fuentes de información, pero también en los principales vehículos
de desinformación.
Hoy más que nunca la obra
de Kant es urgente. En su obra “Crítica de la razón pura”, Kant buscó resolver
una de las preguntas más importantes de la filosofía y que necesitamos retomar:
¿Cómo es posible el conocimiento? Kant explicó cómo podemos conocer el mundo y
cómo nuestra mente interactúa con la realidad externa, siendo esto uno de los
principales problemas del ser humano en la actualidad.
Si la masonería se ha
dedicado a la construcción de un mejor ser humano, la ciencia y la tecnología deben
dedicar su esfuerzo a la construcción de mejores instituciones que logren un mundo
mejor.
En este contexto, la razón
ha sido la clave para el desarrollo de nuevas formas de conocimiento que han
transformado nuestras vidas. Desde los experimentos de Galileo Galilei hasta la
revolución digital que vivimos hoy, la ciencia ha demostrado que la observación,
la hipótesis y la experimentación son las herramientas más poderosas para
comprender el universo.
La razón, en su forma más pura, debe ser
la guía que nos lleve a un uso ético de la tecnología. En un mundo donde la
inteligencia artificial y la recopilación de datos permiten predecir y
manipular nuestros comportamientos, la razón debe ser la brújula que nos
proteja de los peligros del control masivo. La ciencia y la tecnología pueden
ser fuerzas liberadoras, pero solo si se aplican con ética y responsabilidad.
La razón, antes un faro de
claridad, se ve ahora opacada por la polarización y el engrandecimiento de las
emociones. Los algoritmos de las redes sociales, diseñados para maximizar el
tráfico de usuarios, favorecen los contenidos que apelan a los sentimientos, diluyendo
la verdad en un mar de opiniones, falsedades y manipulaciones.
La masonería entonces con
su enfoque en la búsqueda de la verdad, se vuelve una nueva resistencia ante la
desinformación, porque los masones siempre hemos sido defensores de la
tolerancia, la razón y la justicia, principios que deben guiar nuestra manera
de enfrentar los desafíos del siglo XXI.
La masonería, con su
énfasis en el diálogo y la reflexión profunda, debe ofrecer una alternativa a
este mundo fragmentado. En sus logias, el pensamiento crítico se debe cultivar
a través de la discusión racional y el respeto mutuo, y es este enfoque el que
necesitamos para enfrentar los desafíos que la modernidad nos impone.
La razón debe ser el faro
que nos guíe en el océano de desinformación por el que navegamos, como lo ha
sido siempre, sobre todo en los momentos más oscuros de la historia, que es en
donde encontramos la forma, el lugar y la dimensión del infierno.
Es mi palabra,
Bibliografía
- Alighieri,
Dante. La Divina Comedia. Ediciones Akal. 2004.
- Galilei,
Galileo. Due lezioni all'Accademia fiorentina circa la figura, sito e grandezza
dell'inferno di Dante. 1588. Wikisource.
- Kant,
Immanuel. Crítica de la razón pura. Ediciones Akal, 2005.
- Newton,
Isaac. The Principia: Mathematical Principles of Natural Philosophy. University
of California Press. 1999. Edición moderna de las obras de Newton.
- Russell,
Bertrand. La Historia de la Filosofía Occidental. Editorial Routledge.1945.