SILENCIO Y EN LOGIA




Margarita Rojas Blanco M.·. M.·.

En sentido estricto, el silencio es la ausencia total de sonido, por lo tanto, sin sonido no existiría el silencio, sin silencio no existiría el secreto y sin secreto no existiríamos los masones, por lo tanto, los masones somos sonido puro e invisible, como la materia oscura.

El silencio es creación, porque a partir del silencio, a partir de la nada, es que nace el verbo, que siempre será hacedor, y en la masonería está ligado principalmente al secreto, porque los masones tenemos un tesoro que protegemos con nuestra sangre. Nuestra esencia es el secreto.

El silencio nos ayuda a encontrarnos con nosotros mismos, que casi siempre nos dejamos de lado, distraídos de nuestro ser, de nuestra luz y como consecuencia de esto, los seres humanos nos encontramos en permanente búsqueda de un tesoro, representado en cosas la mayor parte del tiempo, y que pesar, porque como dijo Borges, “es muy triste amar las cosas, porque las cosas no saben que uno existe”, pero que le vamos a hacer, si así somos los inmortales. Y en la búsqueda de ese tesoro, es cuando aparece el secreto. Casi nadie sabe cual es el tesoro que buscamos, algunos, los mas cercanos lo saben o lo sospechan, pero solo nosotros, allá en nuestras vísceras, sabemos que es lo que añoramos, lo que deseamos lo que soñamos, The Most, porque es nuestro secreto.   

En un comienzo el secreto surgió porque era preciso que los constructores de las grandes catedrales guardaran con especial recelo las instrucciones de cómo se levantaban estos grandes monumentos al poder humano. Construir una gran catedral no era un tema menor, era representar el poder y la magnificencia de Dios en la tierra y por supuesto, del grandioso rey que quería hacerle el honor al hacedor de hacedores.

La hoja de papel antiguo con los cálculos exactos de cómo debía armarse semejante estructura, era todo un tesoro que debía ser resguardado del avivato que pudiera robárselo y hacerlo realidad. Es por consiguiente cuando el secreto se comienza a asociar con tesoro, como cuando sientes esa presión en el pecho cada vez que piensas en el amor representado en esa sonrisa que no amaneció a tu lado, es entonces un tesoro que está lejos, pero te pesa, porque lo llevas cargado como una esmeralda, delicada, única y secreta, todo el tiempo.

Es entonces como encontramos que el origen del silencio masónico no es tan romántico como creemos, o mejor, como queremos creer. Todo inició como comienzan las grandes obras profanas: “toca ganarse ese contrato”.

Pues bien, transcurría el año 1666 y un gran incendio destruyó Londres casi por completo: “Según datos oficiales, la conflagración destruyó en cuatro días con sus noches 13.200 casas, 87 iglesias, 44 casas gremiales, la Casa de Aduanas, la Catedral de San Pablo, el ayuntamiento de Londres, el palacio correccional del centro medieval y otras prisiones, cuatro puentes sobre los ríos Támesis y Fleet y tres puertas de la ciudad. Dejó a unas 80.000 personas sin hogar y la cifra de muertos se calcula en varios cientos.”  Y sumado a esta tragedia, vendría la gran peste que azotó a Londres un año antes y que dejó entre 70.000 y 100.000 muertos de los 450.000 habitantes que tenía la ciudad.

Estamos entonces presenciando no solo una tragedia a gran escala sino una oportunidad económica monumental para el gremio de constructores de la época, o más bien, de cualquier época.  

Había que ponerse de acuerdo para ganarse los contratos y comenzar a ejecutar las obras que le darían trabajo y fortuna a muchos obreros y maestros. Es por esto que en 1717 cuatro logias de Londres se reunieron en la Taberna la Oca y la Parrilla (también se reunían en la Taberna la Corona y la de la Manzana) para ponerse de acuerdo en cómo se iban a organizar y crear un frente común, un cártel de la construcción y ganarse todo. ¿Muy profano este inicio? Por supuesto que sí, y es que en esa época los masones aun no levitaban como los hacemos ahora, en esa época lo que querían era trabajar. Fue así como el 24 de junio de ese año se unieron para crear la Gran Logia de Londres y Westminster. Mas adelante James Anderson le pondría el toque mágico.

Pues bien, ante semejante misión, como es la de crear un cártel de la construcción, los obreros debían guardar su gran secreto y sus pequeños secretos asociados, como planos, planchas, cálculos, medidas, técnicas, herramientas, métodos, etc., etc. y para esto había que crear una forma de comunicación secreta que nadie entendiera, solo ellos. Fue entonces como nacieron palabras secretas, toques y símbolos, como los que usan los jugadores de beisbol, para poder comunicarse con sus compañeros justo frente a sus rivales, sin que tengan la menor idea de que están diciendo; fue así como el silencio se volvió el rey, porque la única manera de proteger el secreto es estando mudo.

Como una cláusula de confidencialidad de un contrato suscrito entre dos partes, había que jurar no decir nada al respecto, para poder asegurar la adjudicación de la obra. No fue más. El gremio de la construcción tenía un plan y el ambiente era el propicio para esto, pues si los gremios hoy día hicieran eso, estarían incurriendo en un delito, mas o menos de competencia desleal o colusión en contratación pública. Si bien el silencio es la primera piedra del templo de la sabiduría, en este caso el silencio fue una manera de salvaguardar un negocio.

Pero eso estaba bien, fue la manera como comenzó a reconstruirse una gran ciudad asediada por la destrucción y la peste, en una época donde no existían muchas formas de hacer las cosas, sino que se estaba aprendiendo a hacerlas.

Con el pasar de los años, el silencio operativo se convirtió en silencio especulativo, en donde se le indica al aprendiz que debe guardar silencio, pues es de esta forma en que podrá absorber toda la información necesaria para su crecimiento personal, para la debida construcción de su templo interior, que de manera paulatina irá creciendo como crecen los cimientos de la obra, como suben las columnas y se alzan al cielo, como se ensanchan las paredes y se expanden las ventanas de las grandes catedrales góticas de la tierra media.

El silencio es una de las herramientas más eficientes para lograr la calma interior. El desbaste de la piedra bruta, su pulimiento paciente, continuo, regular, solo es posible en el silencio. Cuando uno pasa por una obra, el obrero está concentrado en su tarea en silencio, como lo hace el aprendiz con sus herramientas. El carácter se moldea con la interacción con el otro, pero se pule en el silencio con el uno.

El silencio da paciencia, calma y ayuda a escucharnos a nosotros mismos, entendernos para poder pulir las aristas, las palabras y los pensamientos, pero el silencio también nos sirve para escuchar al otro, de manera reflexiva, no como un silencio desinteresado u obligado, sino como un método activo de absorción de conocimiento.

El silencio en masonería está presente en todas las actividades de nuestros sicodramas, desde el momento mismo de la iniciación, en nuestras reuniones, en nuestros rituales, porque es la manera más eficiente de interiorizar todas las enseñanzas, las simbologías, las alegorías, y demás métodos que utilizamos, de manera eficaz. El silencio nos hace sabios y nos hace dioses, pues somos amos de lo que callamos y esclavos de lo que decimos.

El silencio también es una obligación para los masones pues es nuestro deber guardar el secreto de todo lo que decimos, oímos y hacemos y aunque hoy día es muy difícil guardar un secreto, podemos decir que ya no somos una sociedad secreta, y solo rara vez es discreta, para evitar la indiscreción de los muggles.

El silencio es transparente, aéreo, etéreo y maleable, y es por esto que una de las formas del silencio más hermosas y misteriosas es la de las miradas. Con los ojos puedes decir mas que con las palabras. Con los ojos puedes decir te amo.

Para Pitágoras de Samos, el silencio era determinante en el rendimiento de los alumnos de su escuela. Después de su viaje por Egipto, Pitágoras se instaló en Crotona, al sur de Italia y fundó su escuela de filosofía que rápidamente se volvió famosa, pues la mística que Pitágoras le imprimía al desarrollo de sus clases hizo que cada vez más alumnos se inscribieran, pero Pitágoras no solo era maestro, sino también político, y utilizó sus influencias con fines proselitistas que lo llevaron a gobernar la ciudad más adelante, estableciendo un gobierno teocrático donde reclutaba a los jóvenes mas fieles a sus enseñanzas para influenciar, conspirar y decidir sobre los temas mas importantes de la ciudad.

La escuela pitagórica representó un vuelco total a la manera como en el mundo antiguo se enseñaban las cosas: en un principio el conocimiento se transmitía de maestro a discípulo, uno a uno, pero Pitágoras implementó la enseñanza de otra manera, un maestro y varios discípulos, donde no necesariamente había una relación de amistad, pero si de mucho respeto y fidelidad.

En la primera fase de la escuela pitagórica, es decir en la de la iniciación, se encontraban dos niveles básicos: el de los acusmáticos y el de los mathemáticos.

 

Los acusmáticos eran los que escuchaban. Este era el nivel iniciático más bajo y en él únicamente se impartían enseñanzas con contenido ético y moral de conducta. Era la doctrina pitagórica, la religión pitagórica. En este nivel los alumnos solo podían escuchar, no estaba permitido hablar, tampoco podían enseñar lo aprendido y no tenían acceso a los niveles superiores de conocimiento.

 

Entre los alumnos acusmáticos que demostraran mayor capacidad intelectual, se escogía a los mejores, los más talentosos, para instruírseles en áreas cosmológicas, filosóficas y matemáticas de la escuela. Es decir, pasaban a ser parte de los mathemáticos. Se formaba entonces un grupo de personas que conformaban una elite dirigente filosófica, matemática y política y, como es usual, con el tiempo esto solo generó frustraciones y fuertes tensiones entre los acusmáticos relegados.

 

Pues bien, para Pitágoras el silencio era fundamental en el proceso de instrucción de sus iniciados. No solo lo veía como un instrumento, sino que el silencio en si era para Pitágoras la educación misma, que hacía surgir al verdadero individuo, lejos de las banalidades, las soberbias y hasta las desventuras.

En la primera fase de iniciación en la escuela pitagórica, los alumnos debían estar en silencio durante cinco años. Esta etapa se llamaba Acoustici y era obligatoria. Los recién iniciados que mostraran calma, que fueran reflexivos y absorbieran la información de manera natural, podían pasar menos tiempo, incluso dos años, pero eso sí, en absoluto silencio.

Durante el Acoustici, los alumnos no podían ver al maestro, sino que estaban detrás de una tela o cortina en la mayoría de los casos, solo escuchando a su maestro. Por eso se les decía los acusmáticos, que son los que oyen, pero no ven, y debían guardar el secreto de todo lo que escuchaban, y era fuertemente castigada la indiscreción.

Una vez se lograba superar esta etapa de silencio absoluto, se pasaba a recibir instrucción en geometría y aritmética y ya no había marcha atrás. Una vez iniciado, serás siempre alumno de la escuela pitagórica, así como una vez iniciado en los augustos misterios de la masonería, serás siempre masón. No hay manera de desiniciarte.

Por respeto también hacemos silencio, como cuando en semana santa, el viernes santo, mi abuelita María Antonieta me pedía que no hablara, no hiciera ruidos fuertes, mucho menos pusiera música, porque el verbo había muerto.

Gracias al silencio podemos expresar sentimientos de manera mas poderosa que con las palabras mismas, pues muchas veces las palabras son innecesarias y solo pueden causar dolor, irrumpen en el espacio, se estrellan en el oído, en el corazón y en el hígado, mientras que una mirada puede transmitir las mas sublimes emociones. Un parpadeo rápido transmite estrés, una mirada fija tensión y la pasión se vuelve evidente entre la mirada de los enamorados, porque ellos saben leer en sus silencios, porque se gustan cuando callan porque están como ausentes, porque cuando uno quiere hablar, lo mejor es quedarse mudo, para que ese silencio sea un escudo y una perfecta espada.

Es mi palabra.

 

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