Volumen VI, Numero 3
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LA FORMA, EL LUGAR Y LA DIMENSIÓN DEL INFIERNO
Por Margarita Rojas
Blanco M.·. M.·.
En los años 1600, cuando el tirano mandó en casi todo el mundo conocido, las cosas eran muy confusas. La oscuridad cubría las mentes de las gentes y la norma era explicar todo por medio del pensamiento mágico. Pero esto fue bueno, porque cuando más se está al borde del abismo, la soberbia domina, pero cuando se cae en él, es cuando realmente somos lógicos y brillamos. La humanidad tocó fondo y brilló.
Para entender porque sucedió la Ilustración, es preciso devolverse en el tiempo un poco y ver qué fue lo que pasó, y para esto, que mejor personaje que Galileo Galilei. Era el año 1588, y Galileo fue invitado por la Academia Florentina a presentar dos lecciones sobre un tema bastante particular y, a la vez, tremendamente simbólico: "la forma, el lugar y la dimensión del infierno de Dante Alighieri". Este episodio se ubica en una etapa temprana de la vida de Galileo, cuando todavía no había alcanzado la fama como astrónomo o físico, pero ya se destacaba como un pensador brillante y versátil, interesado tanto por las ciencias naturales como por las humanidades.
Durante este período, Florencia era uno de los centros culturales más importantes de Europa, y la Accademia del Cimento o Academia Florentina era una institución de gran prestigio, compuesta por los más influyentes pensadores y científicos de la época. La academia se dedicaba a la promoción de las ciencias experimentales y la filosofía natural, y su objetivo principal era fomentar el estudio del mundo natural a través de la observación en los albores del método científico.
La invitación a Galileo, que en 1588 tenía solo 24 años, marcó un momento significativo en su carrera. Aunque Galileo no era aún el gran astrónomo que sería después, ya había demostrado su brillo en las matemáticas y su habilidad para integrar el conocimiento clásico con las investigaciones científicas modernas.
El tema sobre el que Galileo fue invitado a dar las lecciones -"la forma, el lugar y la dimensión del infierno de Dante"- era, a primera vista, inusual para un futuro científico que se convertiría en pionero de la astronomía y la física. Sin embargo, esta invitación también reflejaba una de las características del Renacimiento, que era la integración del conocimiento científico y humanista.
Galileo fue una de las figuras más influyentes de la Revolución Científica y, por lo tanto, su obra dejó una huella profunda en muchos campos del conocimiento y en generaciones de pensadores posteriores, sentando las bases de la Ilustración. A lo largo de su vida, Galileo no solo revolucionó la astronomía, la física y las matemáticas, sino que también inspiró a una serie de figuras clave en la historia de la ciencia, la filosofía y la religión, abriendo la puerta a la Ilustración, influenciando a los grandes pensadores de esta época, como por ejemplo Isaac Newton.
Galileo demostró que todos los cuerpos caen a la misma velocidad en ausencia de resistencia del aire (el experimento de la torre de Pisa), un principio clave que Newton utilizó para desarrollar su teoría de la gravedad. Además, el uso de la observación empírica y el método experimental que Galileo perfeccionó, fue adoptado por Newton en su obra Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica.
Johannes Kepler, el gran astrónomo alemán, fue otro de los pensadores que se benefició enormemente de los avances de Galileo, con su mejora del telescopio y sus observaciones sobre los satélites de Júpiter y las fases de Venus, proporcionando pruebas observacionales que apoyaban el modelo heliocéntrico de Nicolás Copérnico, que Kepler también defendió.
René Descartes y Galileo tuvieron diferencias filosóficas, sin embargo, Descartes también fue influenciado por el trabajo de Galileo, especialmente en lo que respecta al método científico y el uso de las matemáticas para describir el mundo físico.
Galileo fue un precursor de la teoría de la relatividad en su trabajo sobre el principio de la relatividad y la inercia influenciando a Einstein siglos después. Thomas Jefferson, el tercer presidente de los Estados Unidos y uno de los filósofos políticos más influyentes de la Ilustración, también fue influenciado por las ideas científicas de Galileo. Michael Faraday, el gran físico y químico británico, fue también marcado por su énfasis en la experimentación y el uso de un enfoque empírico para entender la naturaleza.
Todo esto prueba que, sin Galileo, la ilustración hubiera sido muy diferente.
Pero regresemos de nuevo al infierno, porque en todas partes se cuecen habas. Dante Alighieri, el gran poeta florentino del siglo XIV, había escrito su obra más famosa, La Divina Comedia, en la que relataba un viaje alegórico a través del Infierno, el Purgatorio y el Cielo. En su obra, el Infierno es descrito como un lugar de profundidades abismales y círculos concéntricos, con una estructura geométrica y jerárquica que se ha convertido en un símbolo literario y cultural ampliamente reconocido.
Galileo, influenciado por la formación matemática y geométrica del Renacimiento, utilizó el conocimiento científico de la época para abordar una interpretación más racional y “física” del Infierno de Dante. En sus lecciones, Galileo intentó dar una explicación sobre la forma y la dimensión del Infierno, utilizando principios matemáticos, algo que ya había comenzado a hacer en sus estudios de física y matemáticas, en lugar de simplemente ofrecer una lectura literaria o teológica de la obra de Dante, para así determinar la forma del Infierno, es decir, cómo debería ser la estructura espacial del lugar, de acuerdo con las descripciones poéticas del autor.
Por ejemplo, Dante describe el Infierno como un lugar en el que los pecadores son castigados en círculos concéntricos, que descienden hacia el centro de la Tierra. Galileo, en un ejercicio de matematización de lo poético, aplicó principios de la geometría euclidiana y de la física para intentar visualizar cómo sería esa estructura, pensando en términos de espacio y forma. Su enfoque no era religioso ni teológico, sino más bien científico, buscando aplicar la razón y las matemáticas al texto.
Además, la obra de Dante también era vista como una alegoría sobre el orden cósmico y moral del universo, lo que probablemente llevó a Galileo a vincular los elementos geométricos de Dante con la estructura del universo físico, que él mismo estaba empezando a explorar. Galileo, por lo tanto, no solo estaba interesado en la obra de Dante desde el punto de vista literario, sino también en cómo la ciencia podía explicar o reinterpretar esos relatos. Galileo quería explicar el mundo.
Aunque no fue una obra de gran impacto científico en sí misma, este episodio tuvo un valor simbólico en la trayectoria de Galileo. Mostró su capacidad para integrar diferentes campos del conocimiento, y su habilidad para aplicar principios científicos a cuestiones filosóficas y literarias, algo que más tarde caracterizaría su enfoque hacia la astronomía y la física.
Esta intervención sirvió como un preludio a las futuras polémicas en las que Galileo se vería envuelto, al tratar de reconciliar la ciencia con las ideas religiosas y filosóficas de su tiempo. Si bien en 1588 Galileo aún no era el hombre que desafiaría la visión geocéntrica del mundo, su inclinación por aplicar el razonamiento matemático y científico a temas más amplios dejó claro que su camino estaba marcado por la búsqueda de una comprensión racional del universo.
Tiempo después, en 1633, 50 años antes del inicio de la Ilustración, Galileo fue llamado a juicio por la Inquisición y fue condenado por herejía. En este juicio, Galileo fue obligado a abjurar de sus creencias sobre el heliocentrismo y se le prohibió enseñar o escribir sobre el tema. Se dice que, tras su condena, Galileo, mientras abandonaba el tribunal o salía del juicio, habría pronunciado la famosa frase "E pur si muove" en referencia a la Tierra, indicando que, aunque había sido obligado a retractarse, la Tierra seguía moviéndose alrededor del Sol, es decir, la verdad científica no había cambiado, aunque él hubiera tenido que negar públicamente sus propias conclusiones. La Iglesia Católica no levantó la prohibición sobre los escritos de Galileo sino hasta 1822, y en 1992 el Papa Juan Pablo II reconoció oficialmente que el juicio contra Galileo había sido injusto. Galileo Galilei no fue ejecutado a pesar de ser condenado por la Inquisición debido a una serie de factores políticos, sociales y religiosos que jugaron a su favor. Giordano Bruno no corrió con la misma suerte.
Como se ve, en el vasto laberinto de la historia humana, donde los ecos de antiguas creencias aún resuenan entre las piedras y las estrellas, la razón se alza como un modelo de esperanza, pero también como una llama que, en su atropellada expansión, arrastra consigo la fragilidad de la verdad.
La razón, esa fuerza que la Ilustración acomodó en el corazón del pensamiento humano, sigue siendo hoy el pilar sobre el que se construyen las catedrales del conocimiento moderno, aunque no sea tan evidente para muchos. No obstante, a medida que la humanidad avanza en su búsqueda de la luz, los vientos de la desinformación, las noticias falsas, la posverdad y las teorías conspirativas han comenzado a oscurecer el horizonte de nuevo, desdibujando las fronteras entre la verdad y la mentira. En la época en que las personas tienden a dar más peso a lo que sienten que a lo que es objetivamente cierto, favoreciendo las emociones, las creencias preexistentes o los intereses personales sobre los hechos verificables, es la razón la llamada a salvarnos, de nuevo, siglos después de que Galileo iniciara sus luchas y le pasara el testigo a Newton, en la carrera de relevos por la verdad.
En este contexto tan complejo, la masonería, con su tradición crítica racional original, ofrece un refugio para el pensamiento libre y la reflexión profunda, guiando a los buscadores hacia una comprensión más clara de las fuerzas que deben mover al mundo.
El vínculo entre la razón y la masonería es tan antiguo como las primeras piedras levantadas en los templos de las civilizaciones antiguas. La masonería, esa sociedad secreta que a menudo se presenta como un enigma, es en realidad una de las instituciones más emblemáticas en la promoción del pensamiento crítico. Sus rituales, cargados de simbolismo, no son meros juegos de ocultismo, sino expresiones de un sistema filosófico que alienta la autodisciplina, el respeto por la verdad y la búsqueda del conocimiento. En sus logias, donde se reunían los sabios de antaño y ahora los nostálgicos del presente, se cultiva la razón como herramienta de transformación personal y social. Que no se nos olvide.
En la ilustración, en los tiempos en que la razón se veía amenazada por las fuerzas del dogmatismo religioso y el autoritarismo político, la masonería se erigió como un bastión de libertad intelectual. Es en este contexto que los filósofos ilustrados como Voltaire y Jean-Jacques Rousseau, muchos de ellos masones, promovieron la idea de que la razón humana era capaz de desentrañar los misterios del universo y de poner fin a la tiranía de la superstición. En los albores del siglo XVIII, Europa vivió un despertar que cambió para siempre la manera en que los seres humanos se concebían a sí mismos y al mundo que los rodeaba.
Fue la Ilustración, la luz del pensamiento racional que deslumbró a pensadores como Newton, Voltaire, Rousseau, Montesquieu y Diderot, quienes decidieron que la razón debía ser la brújula que guiara el destino de la humanidad. La Ilustración no solo se encargó de desafiar las viejas estructuras del poder, sino que colocó a la razón en el centro de la vida humana, proponiendo que, a través del conocimiento, el hombre podría liberarse de las ataduras de la superstición, el dogmatismo y la opresión. La masonería, al igual que la ciencia, creyó y cree que el hombre debe ser libre para pensar y reflexionar sin las cadenas de la ignorancia. En ese sentido, los masones de antaño no solo construyeron edificios, sino también puentes hacia el futuro.
Isaac Newton fue una de las figuras más influyentes de la Ilustración y uno de los pilares fundamentales de la Revolución Científica. Aunque su obra se desarrolló en el siglo XVII, sus ideas y descubrimientos tuvieron un impacto profundo en el siglo XVIII, que es considerado el apogeo de la Ilustración.
Así mismo Isaac Newton está asociado a la masonería por su relación con John Theophilus Desaguliers, pues tuvieron contacto profesional y académico. Desaguliers fue un destacado científico y filósofo inglés del siglo XVIII, conocido por su trabajo en la física, la ingeniería y su vinculación con la masonería. Desaguliers jugó un papel importante en la difusión de las ideas de Newton, y fue un claro defensor de la física newtoniana, especialmente en la Royal Society y en el ámbito académico.
La razón en clave de Newton, o de Desaguliers, es el motor que aún impulsa la educación moderna. Desde los primeros días de la Revolución Científica, la razón se ha consolidado como el eje fundamental sobre el que se erige el conocimiento, aunque sea invisible a los ojos de muchos, porque la palanca y la rueda funcionan, así no creas en ellas.
Sin embargo, en un mundo donde la información fluye sin cesar, la razón se enfrenta a desafíos inéditos. La educación moderna debe enseñar a los estudiantes a discernir la verdad de la mentira, a navegar en un mar de datos y a deconstruir las narrativas que a menudo se presentan como absolutas. La capacidad de pensar de manera crítica y razonada se ha vuelto esencial para enfrentar los retos del siglo XXI, cuando los medios de comunicación y las redes sociales se han convertido en las principales fuentes de información, pero también en los principales vehículos de desinformación.
Hoy más que nunca la obra de Kant es urgente. En su obra “Crítica de la razón pura”, Kant buscó resolver una de las preguntas más importantes de la filosofía y que necesitamos retomar: ¿Cómo es posible el conocimiento? Kant explicó cómo podemos conocer el mundo y cómo nuestra mente interactúa con la realidad externa, siendo esto uno de los principales problemas del ser humano en la actualidad.
Si la masonería se ha dedicado a la construcción de un mejor ser humano, la ciencia y la tecnología deben dedicar su esfuerzo a la construcción de mejores instituciones que logren un mundo mejor.
En este contexto, la razón ha sido la clave para el desarrollo de nuevas formas de conocimiento que han transformado nuestras vidas. Desde los experimentos de Galileo Galilei hasta la revolución digital que vivimos hoy, la ciencia ha demostrado que la observación, la hipótesis y la experimentación son las herramientas más poderosas para comprender el universo.
La razón, en su forma más pura, debe ser
la guía que nos lleve a un uso ético de la tecnología. En un mundo donde la
inteligencia artificial y la recopilación de datos permiten predecir y
manipular nuestros comportamientos, la razón debe ser la brújula que nos
proteja de los peligros del control masivo. La ciencia y la tecnología pueden
ser fuerzas liberadoras, pero solo si se aplican con ética y responsabilidad.
La razón, antes un faro de claridad, se ve ahora opacada por la polarización y el engrandecimiento de las emociones. Los algoritmos de las redes sociales, diseñados para maximizar el tráfico de usuarios, favorecen los contenidos que apelan a los sentimientos, diluyendo la verdad en un mar de opiniones, falsedades y manipulaciones.
La masonería entonces con su enfoque en la búsqueda de la verdad, se vuelve una nueva resistencia ante la desinformación, porque los masones siempre hemos sido defensores de la tolerancia, la razón y la justicia, principios que deben guiar nuestra manera de enfrentar los desafíos del siglo XXI.
La masonería, con su énfasis en el diálogo y la reflexión profunda, debe ofrecer una alternativa a este mundo fragmentado. En sus logias, el pensamiento crítico se debe cultivar a través de la discusión racional y el respeto mutuo, y es este enfoque el que necesitamos para enfrentar los desafíos que la modernidad nos impone.
La razón debe ser el faro que nos guíe en el océano de desinformación por el que navegamos, como lo ha sido siempre, sobre todo en los momentos más oscuros de la historia, que es en donde encontramos la forma, el lugar y la dimensión del infierno.
Es mi palabra,
Bibliografía
- Alighieri, Dante. La Divina Comedia. Ediciones Akal. 2004.
- Galilei, Galileo. Due lezioni all'Accademia fiorentina circa la figura, sito e grandezza dell'inferno di Dante. 1588. Wikisource.
- Kant, Immanuel. Crítica de la razón pura. Ediciones Akal, 2005.
- Newton, Isaac. The Principia: Mathematical Principles of Natural Philosophy. University of California Press. 1999. Edición moderna de las obras de Newton.
- Russell, Bertrand. La Historia de la Filosofía Occidental. Editorial Routledge.1945.