Por
Margarita Rojas Blanco
Por
rebeldes y valientes, y por no hacerle caso a los señores que las acosaron dándoles recomendaciones no pedidas, sobre que debían hacer con sus vidas, los últimos miembros
de la Orden de los Pobres Compañeros de Cristo y del Templo de Salomón, fueron
mujeres y sobrevivieron hasta el año 1324 en Alemania, eran las sorores templi
de Mülen, de la Diócesis de Worms, a orillas del rio Rin en Alemania y seguían
allí sin acatar la Bula papal que había abolido la Orden 12 años después de
promulgada. ¡PECADO DE LESA CATOLICIDAD!
Todo
esto sucedió hace apenas unos siglos y para entender la participación y motivaciones
de estas valerosas guerreras templarias, vamos a ir contextualizando poco a
poco su historia y antecedentes y para esto nos apoyaremos inicialmente en el fantástico
Carl Sagan.
Faltando
un segundo para que terminara el año cósmico creado por Carl Sagan, es decir a
las 23:59.58, un grupo de mujeres valientes y empoderadas, principalmente de
los reinos de la península ibérica y de Francia, entraron a ser parte de una de
las cofradías más míticas de la historia de la humanidad. Faltando un segundo,
es decir, hace apenas un suspiro.
Para
describir la historia del universo, Carl Sagan creó un modelo al que llamó el
Calendario Cósmico, donde toma el Big bang como punto de partida hace 13.800
millones de años, enmarcando en una escala equivalente a un año terrestre. En
este sentido, el 1 de enero a la media noche ocurriría el Big bang, el 1 de
mayo nacería la vía láctea, un día después de mi cumpleaños, el 14 de
septiembre se formaría la tierra, el 30 de septiembre nacería la vida, el 1 de
diciembre se desarrollaría la atmosfera de oxígeno, el 24 de diciembre
aparecerían los dinosaurios y dominarían la tierra durante 160 millones de
años, lo que nos lleva a que el 29 de diciembre aparezcan los primeros
primates, por fin.
El
31 de diciembre a las 13:30 surgen los antepasados de los simios, a las 22:30
los primeros seres humanos, a las 23:00 dominamos las herramientas de piedra, a
las 23:46 domesticamos el fuego, a las 23:59.20 comenzamos a sembrar, a las
23:59.50 termina la prehistoria y comienza la historia, nacen las dinastías en
Sumeria y en Egipto, a las 23:59.52 creamos el código Hammurabi, a las 23:59.55
nacen Buda, Confucio, Pericles, a las 23:59.56 nace Cristo, Mahoma, el cero y
los decimales, cae Roma. Y casi en el último segundo, a las 23:59.58 surge la
civilización maya, el imperio bizantino y, por último, las cruzadas.
Podemos
concluir entonces que los seres humanos somos unos habitantes muy jóvenes en
este punto azul pálido, estamos apenas en la primera infancia en términos
cósmicos, llevamos una pequeña parte del último segundo desde el big bang, y
todo esto para decir que, de este último instante, la historia de la mujer se
comenzó a escribir apenas hace unos nanosegundos cósmicos, es decir 10-9 s.
Hubo
una mujer adelantada a su tiempo, que en este último nanosegundo les abrió la
puerta a las mujeres actuales, fue Flora Celestina Teresa Enriqueta de Tristán
y Moscoso, más conocida como Flora Tristán, quien dijo la famosísima frase “¡Proletarios
del mundo, uníos!” pues cinco años
antes de la publicación de El Manifiesto Comunista de Carl Max,
esta frase apareció en el libro de Flora de 1843 La Unión Obrera.
Pero si le preguntan a cualquiera, les dirá que la frase es de Marx.
Dijo también Flora que “más oprimido que un
obrero, es la mujer del obrero", y es por esto que muchas mujeres a lo largo de
la historia han acudido a la protección de los hombres, por medio de instituciones
como el matrimonio y la iglesia, para garantizar seguridad, estabilidad
económica y reconocimiento social, pero en la edad media las mujeres no solo se
casaban o eran empleadas de algún señor para lograr una buena vida, sino que
algunas hicieron parte de las guerras, las financiaron y administraron los
tesoros conquistados. Y es esta historia la que hoy nos convoca.
Vamos a entrar entonces en materia, en ese
último segundo cósmico, en donde la mujer fue parte de la Orden del Temple y
fue ella una de las excusas para acabar con la misma, pero para esto es preciso
primero adentrarnos en la Orden de estos Caballeros.
Comencemos primero por
aclarar algo: caballero es el que está montado a caballo o hace parte de una
caballería y, Caballería o Cuerpo de caballería, es la fuerza de
combate montada a caballo, por lo que si una mujer monta a caballo, se puede decir que
es una caballera y así mismo, templario o templaria, quiere decir que hace
parte de templo, a causa de
haber tenido la orden, su primer asiento junto al templo de Salomón.
La orden de los
Pobres Compañeros de Cristo y del Templo de Salomón, más conocida como la orden
del Templo o del temple en francés, era una
institución religiosa y militar fundada en el siglo XII, con la misión de
asegurar los caminos de peregrinación a los Santos Lugares de Jerusalén.
Vestían los caballeros sus
uniformes con una cruz patada colocada en su manto sobre
el hombro izquierdo. Desde una perspectiva militar, los miembros de
la Orden del Temple se destacaban como una de las unidades mejor entrenadas que
participaron en las Cruzadas. Además de sus habilidades en combate, la orden
contaba con miembros no combatientes que gestionaban una intrincada estructura
económica en el mundo cristiano. De hecho, fueron pioneros en la creación de
nuevas técnicas financieras que pueden considerarse como una forma temprana de
lo que hoy conocemos como el sistema bancario moderno. Además de sus
actividades militares y financieras, la orden erigió una red de fortificaciones
en toda la región del mar Mediterráneo y Tierra Santa.
Las Cruzadas del Mediterráneo Oriental, las
primeras con este nombre, fueron emprendidas por señores feudales y monarcas de
Europa Occidental. Estos líderes provenían de Francia y el Sacro Imperio
Romano, aunque también participaron de Inglaterra y Sicilia. Estas expediciones
fueron instigadas por el Papado y, en un principio, contaron con el apoyo del
Imperio Romano Oriental (bizantino). Durante un lapso de aproximadamente dos
siglos, entre 1096 y 1291, estas Cruzadas resultaron en el establecimiento
transitorio de un reino cristiano en Jerusalén y la breve captura de
Constantinopla, hoy Estambul.
Las Cruzadas tuvieron como objetivo liberar a los "Lugares
Santos", las regiones asociadas con la vida de Jesucristo, de la
dominación musulmana. Moros y cristianos, desde siempre. Su origen se remonta a
1095, cuando el emperador bizantino Alejo I solicitó la protección de los
cristianos en Oriente al Papa Urbano II, quien inició la predicación de la
cruzada en el Concilio de Clermont. Al concluir su discurso con la cita del
Evangelio "renuncia a ti mismo, toma tu cruz, y sígueme" (Mateo
16:24), la multitud expresó su entusiasmo con el grito "Deus lo
vult", o "Dios lo quiere".
Como todo en la vida, las motivaciones de quienes participaron
en las Cruzadas fueron diversas, no siempre piadosas, aunque se puede suponer
un genuino fervor religioso en algunos casos. No todo en la vida es dinero o
poder. De hecho, al final de los días, las personas se dan cuenta de que esos
dos metales que dominan al mundo, no son el santo grial. Sin embargo, es de
suponer que las cruzadas también estuvieron motivadas por los intereses
expansionistas de la nobleza feudal, el control del comercio con Asia y el
deseo de hegemonía del papado sobre las monarquías y las iglesias de Oriente,
aunque se presentaran con el principio y objetivo declarado de recuperar Tierra
Santa para los peregrinos.
El entorno que propició el éxito de los templarios se
caracterizó por un período de expansión en Europa Occidental, donde las
invasiones musulmanas y vikingas fueron controladas, ya sea mediante acciones
militares o establecimiento de asentamientos. Y las mujeres estuvieron ahí
presentes, no solo por motivaciones piadosas, sino en la mayoría de los casos
por motivaciones económicas.
La autoridad religiosa desempeñó un papel central en esta época,
introduciendo conceptos como la paz de Dios y la tregua de Dios, que buscaban
dirigir el ideal de la caballería hacia la protección de los débiles. Aunque se
promovía la defensa de la Iglesia mediante el uso de la fuerza, el fervor
religioso era evidente en las frecuentes peregrinaciones a los lugares santos.
A principios del siglo XI, ciudades como Roma fueron gradualmente reemplazadas
como destinos tradicionales de peregrinación por lugares como Santiago de
Compostela y Jerusalén. A pesar de los peligros y obstáculos en el camino, como
los salteadores de caminos y los tributos impuestos por los señores locales, el
fervor religioso combinado con la esperanza de aventuras y riquezas en Oriente
atrajo a numerosos peregrinos, cuyas experiencias al regresar a casa se
convirtieron en relatos de sus desafíos y sacrificios.
Después de consolidar su posición al frente de
la Iglesia, el papa Urbano II continuó las reformas iniciadas por su
predecesor, Gregorio VII. La solicitud de ayuda por parte de los bizantinos,
combinada con la caída de Jerusalén en manos turcas, llevó a Urbano II a
exponer los peligros que enfrentaban los cristianos occidentales y los abusos
sufridos por los peregrinos que viajaban a Jerusalén durante el Concilio de
Clermont en noviembre de 1095. La propuesta de una expedición militar por parte
de Urbano II tenía como objetivo principal recuperar esta ciudad de manos
musulmanas.
Las promesas de recompensas espirituales,
junto con el deseo de obtener riquezas, llevaron a hombres y mujeres a
responder rápidamente al llamado del pontífice. Si, las mujeres también
respondieron el llamado.
Esta expedición militar culminó con la
conquista de Jerusalén en 1099 y el establecimiento de territorios latinos en
la región, incluidos los condados de Edesa y Trípoli, el principado de
Antioquía y el reino de Jerusalén, donde Balduino I asumió el título de rey en
1100.
La Orden del Temple
La
Orden del Temple estuvo en funcionamiento durante casi dos siglos y fueron sus
miembros hombres y mujeres. Fundada en 1118 o 1119 por nueve caballeros
franceses liderados por Hugo de Payns tras la primera cruzada, su objetivo
original era proteger a los cristianos que peregrinaban a Jerusalén después de
su conquista. La orden recibió el reconocimiento del patriarca latino de
Jerusalén, Garmond de Picquigny, quien le impuso la regla de los canónigos
agustinos del Santo Sepulcro como su normativa. Esta regla, dentro del contexto
templario, es conocida como la Regla Latina.
Tras
la creación del reino de Jerusalén y la elección de Balduino I como su segundo
rey tras la muerte de su hermano Godofredo de Bouillón, estos nueve caballeros
que participaron en la Primera Cruzada decidieron permanecer para proteger los
Santos Lugares y los peregrinos cristianos que viajaban a ellos. Balduino I,
enfrentando la necesidad de organizar el reino y la falta de recursos para
proteger los caminos, otorgó a estos caballeros un lugar donde descansar y
mantener sus equipos, incluyendo derechos y privilegios como alojamiento en su
propio palacio, que era la mezquita de Al-Aqsa, ubicada en lo que antes había
sido el recinto del Templo de Salomón. Cuando Balduino abandonó la mezquita
para establecer su trono en la Torre de David, todas las instalaciones pasaron
a los templarios, quienes así obtuvieron su sede central y su nombre.
Además,
Balduino I escribió cartas a los reyes y príncipes más importantes de Europa
solicitando ayuda para la recién fundada orden, que fue bien recibida tanto por
el poder político como por el eclesiástico, siendo el patriarca de Jerusalén la
primera autoridad de la Iglesia en aprobarla canónicamente. Nueve años después
de su creación, en 1129, el Concilio de Troyes se reunió para redactar la regla
de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo.
Con
la aprobación de la regla, el número de templarios aumentó significativamente,
marcando el inicio de su expansión. Hacia 1170, cincuenta años después de su
fundación, los caballeros templarios ya se extendían por territorios de
Francia, Alemania, Reino Unido, España y Portugal, contribuyendo a aumentar
enormemente su riqueza, la más grande en todos los reinos de Europa.
Las
mujeres hacían parte de la orden, con cargos y oficios bien definidos y
respetados y eso lo veremos más adelante.
Reconocimiento de la Orden del
Temple
La
orden fue reconocida por el patriarca latino de Jerusalén, Garmond de
Picquigny, quien les impuso la Regla de los Canónigos Agustinos del Santo
Sepulcro como su norma. Esta regla, conocida como la Regla Latina dentro del
contexto templario, fue un documento en latín con 71 cláusulas atribuidas a
Bernardo de Claraval y Hugo de Payns, redactado en 1128 y añadido a las actas
del Concilio de Troyes en 1129. Describía el comportamiento ideal de un
caballero templario. La regla original se modificó con el paso del tiempo, y
alcanzó, hasta la supresión de la orden, en 1312, un total de 686 artículos.
Aprobada
oficialmente por la Iglesia católica en 1129, la Orden del Templo creció
rápidamente en tamaño y poder. El 24 de abril de 1147, el Papa Eugenio III les
concedió el derecho a llevar permanentemente una cruz roja, simbolizando el
martirio de Cristo y la vida.
No todo salió como pensaban
Tras sufrir derrotas ante Saladino, sultán de
Egipto, los cruzados retrocedieron. El 4 de julio de 1187, en la batalla de Hattin, ubicada en Tierra Santa al oeste del mar de Galilea, el
ejército cruzado, liderado principalmente por contingentes templarios y
hospitalarios bajo el mando de Guido de Lusignan, rey de Jerusalén, y de
Reinaldo de Châtillon, se enfrentó a las tropas de Saladino. La batalla resultó
en una gran derrota, donde el gran maestre de los templarios Gérard de Ridefort
fue capturado y muchos templarios y hospitalarios perdieron la vida. Saladino
tomó posesión de Jerusalén, poniendo fin al reino establecido por Godofredo de
Bouillón. Sin embargo, la presión de la Tercera Cruzada y las negociaciones de
Ricardo I de Inglaterra, conocido como Corazón de León, lograron un acuerdo con
Saladino para permitir que Jerusalén se convirtiera en una especie de ciudad
libre para el peregrinaje.
Tras el desastre de los Cuernos de Hattin, la
situación empeoró. En 1244, Jerusalén, que había sido recuperada 16 años antes
por el emperador Federico II mediante pactos con el sultán Al-Kamil, cayó
definitivamente. Los templarios se vieron obligados a trasladar su sede central
a San Juan de Acre, junto con otras dos grandes órdenes monástico-militares:
los hospitalarios y los teutónicos.
La leyenda del viernes 13
El último gran maestre, Jacques de Molay, se
opuso al proyecto de fusión de las órdenes militares bajo un único líder
soltero o viudo, conocido como Proyecto Rex Bellator, impulsado por el gran
sabio Ramon Llull, a pesar de las presiones papales. El 6 de junio de 1306, fue
convocado a Poitiers por el papa Clemente V para un último intento de
persuasión, pero tras su fracaso, el destino de la orden quedó sellado. Felipe
IV de Francia, fuertemente vinculado a la corona francesa, persuadió (o más
bien, intimidó)
a Clemente V para que iniciara un proceso contra los templarios.
La corona francesa estaba profundamente
endeudada con la orden, especialmente por el préstamo que el abuelo de Felipe
IV, Luis IX, había solicitado para pagar su rescate tras ser capturado en la
Séptima Cruzada. Además, el rey buscaba consolidar un Estado fuerte, con el
monarca como la única autoridad central, frente al poder de la Iglesia y las
diversas órdenes religiosas, como los templarios.
En los Estados Generales convocados en Tours,
logró que la opinión pública se volviera en contra de los templarios por los
supuestos crímenes que cometían. Incluso consiguió que las confesiones de 72
templarios, supuestos acusados expresamente seleccionados y entrenados
previamente, fueran confirmadas ante el Papa. Esto llevó a que el Papa,
inicialmente escéptico, se mostrara interesado y abriera una nueva comisión
para investigar. Entre las múltiples acusaciones, estaba la de que los
caballeros tenían relaciones sexuales con sus compañeras templarias….
El verano siguiente, Clemente ordenó una persecución de los
templarios dondequiera que estuvieran. Después de su arresto en Francia, fueron
sometidos a torturas, lo que llevó a que muchos de ellos se declararan
culpables de cargos, sean inventados o no. Incluso algunos confesaron sin ser
torturados, por temor a la misma. El gran maestre, Jacques de Molay, también
admitió haber mentido para salvar su vida. Numerosos templarios murieron en
prisión o fueron ejecutados.
Felipe IV de Francia,
enfrentando una fuerte deuda con los templarios y preocupado por su creciente
influencia, presionó al papa Clemente V para que tomara medidas en su contra.
El viernes 13 de octubre de 1307, los templarios fueron arrestados, sometidos a
confesiones obtenidas bajo tortura y ejecutados en la hoguera. Y este es el
origen de la superstición que rodea al viernes 13. En 1312, cediendo a las presiones de Felipe
IV, Clemente V disolvió la orden. Esta repentina eliminación dio lugar a
especulaciones y leyendas que han mantenido vivo el legado de los caballeros
templarios hasta nuestros días.
En un acto público, Molay revocó su confesión, declarando la inocencia de los templarios y la falsedad de sus confesiones, atribuyéndolas a la tortura y las presiones del rey. Fue arrestado nuevamente como hereje reincidente y quemado en la hoguera en París el 18 de marzo de 1314. Posteriormente una leyenda afirma que mientras se quemaba, De Molay maldijo al rey Felipe IV de Francia y a sus descendientes, al papa Clemente V, y a todos los que apoyaron su muerte. De Molay dijo que, en el siguiente año y un día, Clemente V y Felipe IV morirían, y así fue. El primero en morir fue el papa Clemente V, de una grave enfermedad el 20 de abril de 1314 y luego Felipe IV de un derrame cerebral durante un día de caza. Comenzaba la leyenda.
Aunque el pergamino de Chinon, que contiene la absolución del
papa Clemente V a los Templarios, es de gran importancia histórica, nunca fue
oficial y está fechado antes de las bulas que oficialmente disolvieron la Orden
y distribuyeron sus bienes. Por lo tanto, estas bulas tienen validez canónica,
mientras que el documento de Chinon es considerado un "borrador" con
relevancia histórica, pero escasa importancia jurídica.
El poder de la Orden del
Temple
El
poder económico de la Orden del Temple estaba fundamentado en dos instituciones
distintivas de los templarios: la encomienda y la banca y es aquí donde entran
las mujeres a ser parte de la orden.
Hacia
el año 1220, alrededor de 100 años después de su fundación oficial, la Orden
del Temple había alcanzado el estatus de la organización más grande de
Occidente en todos los aspectos, que abarcaban desde lo militar hasta lo
económico. Contaba con más de 9.000 encomiendas dispersas por toda Europa,
albergando aproximadamente a 30.000 caballeros y sargentos, así como a siervos,
escuderos, artesanos, campesinos y otros miembros. Poseía más de 50 castillos y
fortalezas tanto en Europa como en Oriente Próximo, además de una flota propia
con bases en puertos mediterráneos de Francia.
La banca
Gran parte de las donaciones que recibía la
Orden, venía de mujeres que buscaban protección de los caballeros, pertenecían
a la iglesia, habían quedado viudas o simplemente eran mujeres con dinero y
poder y querían apoyar la guerra santa.
La Orden del Temple se destacó de manera
excepcional y veloz en el establecimiento de un sistema socioeconómico sin
precedentes en la historia. La exigente labor de mantener un frente en ultramar
llevó a los templarios a desarrollar una impresionante flota, una sólida y
estable red comercial, y a adquirir numerosas posesiones en Europa para
asegurar un flujo constante de fondos que sostuviera al ejército defensor en
Tierra Santa.
Cuando se trataba de realizar donaciones, la
gente lo hacía de buena gana; algunos con la esperanza de ganarse el cielo, y
otros para ganar el favor de la Orden. Como resultado, la Orden recibía
donaciones de propiedades, bienes raíces, terrenos, títulos, derechos,
participaciones en bienes e incluso pueblos y villas completas con sus
respectivos ingresos y tarifas.
Los ricos de la época, hombres y mujeres, confiaron
en los templarios como guardianes de su dinero, e incluso algunos templarios
fueron designados como tesoreros de los reyes. En el caso del reino francés, se
contaba con tesoreros templarios que tenían la responsabilidad de asistir a las
reuniones de palacio donde se discutía el uso del tesoro real.
Para mantener un flujo constante de dinero, la
Orden necesitaba garantías de que su capital no sería usurpado o robado durante
sus desplazamientos y fue así como se convirtieron en los primeros banqueros.
Conscientes de la escasez de moneda en la
Europa medieval, ofrecían intereses mucho más bajos que los mercaderes judíos.
Así, desarrollaron libros de cuentas, contabilidad moderna, pagarés e incluso
la primera letra de cambio. Dado el riesgo de transportar dinero en efectivo
por los caminos peligrosos de la época, la Orden proporcionaba documentos
acreditativos que permitían recoger una cantidad entregada anteriormente en
cualquier otra encomienda de la orden, con solo una firma o sello como
requisito.
- Créditos bancarios: Reyes, señores
feudales, pequeños comerciantes y obispos les pedían dinero.
- Cobro de intereses: La Iglesia no
permitía a los cristianos prestar dinero a cambio de intereses, ya que era
considerado una práctica judía.
- Dinero negro: A los pequeños
comerciantes si les cobraban intereses, pero siempre a espaldas de la Iglesia
ya que era ilegal. Por ello acordaban poner en el contrato una cantidad
superior a la prestada. Había nacido el cobro del dinero negro y la doble contabilidad.
La encomienda
La
encomienda representaba un bien inmueble territorial situado en un lugar
específico, creado a través de donaciones y adquisiciones posteriores, y
administrado por un preceptor. Los templarios establecían encomiendas a partir
de una base, como un molino, y luego expandían su dominio mediante la
adquisición de tierras adyacentes, derechos sobre pueblos, entre otros,
configurando así una encomienda semejante a un feudo clásico. También podían
consolidar encomiendas al unir varias donaciones dispersas bajo un único
preceptor. Estas encomiendas podían ser tanto rurales, como Mason Dieu en
Inglaterra, como urbanas, como el "Vieux Temple", una fortaleza
amurallada en el corazón de la capital francesa.
Algunas
de estas encomiendas fueron manejadas directamente por mujeres, generalmente
las denominadas “sorores templi”. Pronto,
la red de encomiendas templarias se convirtió en una extensa red de comercio a
gran escala que se extendía desde Inglaterra hasta Jerusalén, compitiendo con
los mercaderes italianos, especialmente de Génova y Venecia. La gente confiaba
en la Orden, sabiendo que sus donaciones y negocios estaban asegurados, lo que
garantizaba una clientela constante. Los templarios incluso llegaron a prestar
dinero a los reyes de Francia e Inglaterra. Generalmente las encomiendas
estaban a menos de un día de viaje de distancia entre una y otra. Esto
garantizaba que los comerciantes siempre tuvieran un lugar seguro donde
descansar y aseguraba la seguridad de sus rutas comerciales.
Los
caballeros templarios tenían en su poder muchas ermitas e iglesias que pasaron a
ser usadas íntegramente por ellos para sus oraciones y administradas por
algunas mujeres. La riqueza de los Templarios crecía a pasos de gigantes.
Además, otra gran innovación
que introdujeron fue la de usar sus encomiendas, iglesias y monasterios a modo
de “cajero automático”. Para evitar que los peregrinos fueran saqueados al llevar
todo su dinero encima, podían dejar sus onzas de oro en lugares protegidos por
los templarios. Cuando necesitaban el dinero podían ir sacándolo a cambio de
una comisión.
La mujer en la Orden del Temple
En la Orden del Templo las
mujeres representaron un importante rol dentro de la organización. A diferencia
de gran parte de Europa, en la península Ibérica las mujeres tenían derechos de
propiedad amplios, algunas lideraban conventos y las viudas de los señores
feudales, tenían la autonomía de manejar ellas mismas el dinero, cosa insólita
para la época. Por supuesto los caballeros no iban a despreciar a unas damas
tan interesantes, que tenían y gestionaban considerables sumas de dinero. Así
fue como muchas mujeres llegaron a vivir en casas separadas de las de los varones,
pero perteneciendo de manera oficial a la orden. Eran mujeres templarias.
En la regla latina que se
mencionaba arriba, hay un texto que corresponde a un artículo de la regla de
los templarios y da a entender que al menos en sus primeros años de existencia
hubo mujeres pertenecientes a la Orden, ya sea como “templarias” o como
“asociadas”, pero que, en todo caso, fueron admitidas como miembros de la
Orden.
Analicemos
estos capítulos de la Regla Latina:
Capítulo
70: Los caballeros no tendrán Hermanas asociadas
“Sobre
las hermanas. La compañía de las mujeres es peligrosa, pues a través de ella el
diablo ha apartado a muchos del sendero que conduce al Paraíso. De ahora en
adelante, que ninguna dama sea admitida como hermana en la casa del Temple; ésa
es la razón por la que de ahora en adelante no es conveniente seguir esta
costumbre, para que así la flor de la castidad pueda mantenerse siempre entre
vosotros”.
“De
ahora en adelante”, se puede entender que las “Hermanas templarias” estaban
presentes, posiblemente ingresaron en los momentos de crecimiento de la Orden.
Capítulo 71: Sobre el ser Padrinos.
“Sobre
el ser padrinos. De ahora en adelante prohibimos a todos los hermanos que
sostengan niños sobre la pila bautismal y ninguno debería avergonzarse de
negarse a ser padrino o madrina”, lo que nos indica que había hombres y mujeres.
Este
es uno de los varios puntos que advierte de los riesgos de relacionarse con el
género femenino.
La
Orden tenía tres tipos de asociados: los confrater, los donatus y los miles ad
terminum. En el caso de las mujeres estas se vinculaban a la Orden como
consorores o donantes.
Algunas
seguían los pasos de sus maridos y otras tras haberse quedado viudas se unían
con el objetivo de que los templarios las protegieran. La confraternidad
representaba una forma de adhesión social y espiritual con la Orden, pero
continuando con la vida secular.
Las
personas que escogían esta opción le entregaban donaciones anuales y a la hora
de su fallecimiento les legaban algún bien; en el caso de los cofrades lo más
habitual eran sus armas y caballos, un fenómeno que como veremos también
existía en la península Ibérica, y del que tendríamos un ejemplo en Galicia.
En
lo que concierne a los donantes, su vínculo espiritual parece haber sido más
profundo, ya que se entregaban "cuerpo y alma" al Temple, a menudo
con la intención de profesar en la institución militar en el futuro. Algunos se
entregaban completamente al cuidado de la Orden, que les proporcionaba comida,
ropa y refugio; además, en algunos casos, incluso recibían un hábito particular
que los distinguía como afiliados a estos frailes. El tercer tipo de
afiliación, los miles ad terminum, tiene un carácter más castrense, ya que
corresponde a los caballeros que estaban temporalmente bajo el servicio militar
del Temple.
Las viudas entregaban donaciones
a cambio de recibir la protección de los caballeros y algunas llegaron a manejar
las encomiendas, siendo este un trabajo estratégico dentro del fabuloso sistema
económico que controlaba la orden. Algunas templarias incluso entregaron sus
propios feudos a cambio de colaborar con la orden.
Agustín
Urbieto Arteta analizó dos textos del siglo XII custodiados en el Archivo
Histórico Nacional español. Figuraban como relaciones de cofrades de la milicia
del Temple pertenecientes a una encomienda del área navarro-aragonesa.
El
primer texto ha sido datado entre los años 1135 y 1142, mientras que el segundo
data un poco más tarde, alrededor de 1157 y 1160. Lo notable es que presenta
una extensa lista de miembros de dicha cofradía templaria, compuesta por un
total de 526 personas, de las cuales 65 eran mujeres, es decir, un 12,3% del
total. En otra cofradía templaria más pequeña, ubicada en Novillas y publicada
por Ana Lapeña Paul, la proporción de mujeres era aún mayor. Las "Damas
Donadas" eran mujeres vinculadas con la Orden del Temple.
Las
damas donadas
Las
"Damas Donadas" eran mujeres vinculadas con la Orden del Temple. Eran
damas de la nobleza que elegían dedicar una parte o la totalidad de sus vidas
al servicio religioso dentro de la estructura templaria. Aunque no eran monjas
en el sentido convencional, ya que no tomaban votos religiosos en un convento o
monasterio, sí hacían votos específicos para servir a la orden.
Estas
mujeres residían en lugares especiales llamados "casas de donadas" o
"domus donatarum", que eran establecimientos específicos dentro de
las posesiones de la Orden del Temple. Allí, encontraban un ambiente religioso
y una red de apoyo para llevar adelante su vida dedicada al servicio de Dios y
la orden.
Así
como ocurría en el caso de los hombres, las mujeres donadas también debían
entregar una donación o dote en el momento de su admisión o mediante testamento,
de manera que, a su fallecimiento, la parte donada fuese directamente a manos
templarias, para así evitar conflictos con los familiares.
Las
Damas Donadas tenían diversas responsabilidades, que incluían labores
religiosas, caritativas y administrativas dentro de la comunidad templaria. Su
estatus dentro de la orden les otorgaba ciertos privilegios y protección.
Casa templaria de Verrières
Las
cofrades
Las
"Cofrades" eran mujeres vinculadas con la Orden del Temple, pero su
función se distinguía de la de las "Damas Donadas". Mientras que las
Damas Donadas eran mujeres de la nobleza que elegían dedicar una parte o la
totalidad de sus vidas al servicio religioso dentro de la estructura de la
Orden del Temple, las Cofrades eran mujeres que ofrecían apoyo financiero y
material a la orden, pero no residían en las propiedades templarias ni llevaban
una vida religiosa consagrada dentro de la orden.
Las
Cofrades podían ser mujeres de la alta sociedad o de la nobleza que
simpatizaban con los ideales o la causa de los Caballeros Templarios y decidían
respaldarlos económicamente. Con frecuencia, estas mujeres realizaban
donaciones de tierras, dinero u otros recursos a la orden para financiar sus
actividades militares, religiosas y caritativas. Eran mujer de poder.
A
cambio de su apoyo, las Cofrades podían recibir ciertos privilegios o
beneficios, como protección, indulgencias espirituales o participación en las
oraciones y misas de la orden.
Las comendadoras
Las Comendadoras eran mujeres que ocupaban posiciones de liderazgo en algunas encomiendas. Las encomiendas constituían las divisiones territoriales de la Orden del Temple, encargadas de gestionar las propiedades, recursos y actividades de la orden en una región específica.
Conocidas
también como Comendadoras de las encomiendas, estas mujeres tenían
responsabilidades equiparables a las de los Comendadores, quienes eran los
líderes masculinos de las encomiendas. Las Comendadoras supervisaban y
administraban las propiedades y asuntos diarios de la encomienda, que incluían
la gestión de tierras, recaudación de impuestos, mantenimiento de edificaciones
y coordinación de actividades económicas y agrícolas.
Además
de sus labores administrativas, las Comendadoras desempeñaban un papel crucial
en la vida religiosa de la encomienda. Podían encargarse de supervisar
actividades religiosas, brindar apoyo espiritual a los miembros de la orden y
asegurar el cumplimiento de los ideales y reglas de la Orden del Temple.
Organización
de las Sorores
Las
órdenes militares tenían sus propios conventos, pero bajo la supervisión
masculina, sin embargo, en algunos de ellos muchas mujeres llegarían a tener el
control administrativo e incluso económico del mismo; en el caso de las Sorores
Templi se encargarían de la administración y funcionamiento de los albergues de
peregrinos, hospitales, asilos, e incluso el tutelaje de infantas,
doncellas..., de manera que parte de los Hermanos templarios pudieran dedicarse
a la guerra santa.
Y
bueno…muchas de estas hermanas procedían de la nobleza, tenían contactos,
privilegios e incluso influencia política; y no debemos olvidar que a la Orden
del Temple se le concedieron privilegios y exenciones a través de distintas
Bulas Papales, lo que nos lleva a pensar que también se incluirían los
monasterios-conventos femeninos como parte y beneficiaria de ellos. Dentro de
la comunidad religiosa, básicamente se regían siguiendo la misma base que la
Orden, es decir, seguían la Regla de San Agustín y la Constitución de la Orden,
con los mismos votos que sus Hermanos templarios: Obediencia, Pobreza y
Castidad.
Algunas
evidencias
A
continuación, se presentan extractos de algunos pergaminos y documentos que
reposan en el Vaticano, museos y bibliotecas europeas, que guardan documentos
medievales no solo de la Orden del temple, sino de todas las ordenes militares
y religiosas de la época.
Muchas
hermanas que formaban parte de la Orden Templaria, o mujeres al menos asociadas
a la Orden, estaban ubicadas en las preceptorías de Cataluña. Esto se debe a
que las mujeres en la Península Ibérica tenían amplios derechos de propiedad en
comparación con los de la mayor parte de Europa occidental, por lo tanto,
tuvieron más oportunidades de ofrecerse y traer sus bienes cuando ingresaron a
una orden religiosa, cualquiera que fuera. Esto fue especialmente frecuente
para la región aragonesa, Incluso en Alemania las mujeres podían heredar
propiedades y disponer de ellas según sus propios deseos.
1170 – Laurenza y dos de sus hijos,
residentes en Rouergue (antigua provincia de la región histórica de Occitania,
en el sur de Francia) de un documento de 1170, parecen haber sido admitidos en
la casa del Templo de Santa Eulalia.
1172 – De un documento de 1172, copiado en
el cartulario de Comandancia de Sommereux, parece que Robert Hardels decidió,
junto con la esposa, a dejar sus bienes y entrar en la Orden.
1173 – Pedro de Cintruénigo promete el
castillo del mismo nombre (en Navarra) a los Templarios, con la condición de que,
si muere antes que su esposa, ella puede recuperar el castillo, a menos que se
vuelva a casar o entre en la Orden de los hermanos del Templo de Salomón.
1185 – Adaladis de Subirats, de Cataluña, se
ofrece a sí misma y a los suyos alma, con la promesa de vivir según la Regla
del Templo: abajo obediencia y dominio de Dios y del Orden del Templo. Esta declaración
muestra mayor sintonía con la Espiritualidad templaria, ofrece “corpus meum Deo
militaturum et animam meam per oblationem ut hostiam vivam Deo placentem sub
obedience et regula dominio Dei omnipotentis Patris et Filii et Spiritus sancti
et domus milicie Templi Salomonis suorumque fratruum”. La promesa evoca el
segundo párrafo del prólogo de la Regla, así como el art. 6.
1190 – Juana, viuda del caballero Ricardo de
Caldefelde, presta juramento en manos de Adso, arcediano de Salisbury
(Inglaterra), de vivir en castidad y seguir la Regla del Templo, porque había
pasado la edad del sospechoso: “in presencia officialium nostrarum castitatem
servire promisit et ut ipse [sic] regule templi subdat ultima promisit”.
Residencia en este juramento Adso envió un documento a la casa del Temple
certificando que podría ser aceptado.
1226 – Doña Provença (de Tortosa) se ofrece
en vida y en muerte, como conversa y donada, en cuerpo y alma a Dios y a la
Milicia del Templo de Tortosa, en manos del Preceptor hermano G. de Sancto
Pastore ( “…quod ego Proenza... dono corpus meum et animam domino deo et
venerabili domui Milicie Templi in manu fratris G. de Sancto Pastore
preceptoris Dertuse (Tortosa) et aliorum fratrum in conversam et donatam in
vita et in morte”). Promete hacer una contribución anual consistente en una
libra de cera, en la fiesta de Pentecostés. Promete obediencia y espera ser
enterrada con sus hermanos templarios en el cementerio del Temple.
1237 – Berenguela de Llorac es aceptada como
donación el 26 de marzo por Fray Ugone de Montelauro, maestro de Provenza y
España. En documentos encontrados del siglo XIII sobre la casa templaria de
Barberá; en ellos aparece, entre otras cosas, que se había convertido en soror
(hermana de ihonores). Berengaria es mencionada en un documento entre los
testigos Templarios, junto con otros hermanos, y que dieron consejos al
preceptor de la Encomienda de Barberà, en Cataluña. De esto se puede deducir
que ella vivió dentro de la preceptoría.
1248 – Acuerdo con el comendador templario
del convento Los aragoneses de Zaragoza (España) predijeron que Dominica de
Sieste, donada a los Templarios, fue mantenida por el Templo. Había donado una
casa donde podría vivir al lado de la iglesia de la Orden (tal vez para evitar
hacerla vivir en el convento masculino). Algunas hermanas, apoyadas por una
orden militar, intentaron compartir, en cierta medida, la vida de convento
masculino. Al parecer Dominica no renunció a todo lo suyo, aunque en algunos
casos mujeres vinculadas a una Orden adoptaron una forma de vida monástica que
implicaba el abandono de toda la propiedad. Alan Forey dice que Dominica fue
probablemente una anacoreta y no un miembro de la Orden.
1272 – En la diócesis alemana de Worms, en
1272, el arzobispo Eberhard de Baumberg confió el convento cisterciense a los
Templarios Mühlen (entre Osthofen y Westhofen), que albergaba una veintena de
monjas; estas monjas se consideraban tan integradas en la Orden Templaria que
en 1324, a pesar de la presión del Papa, y que el monasterio había pasado a los
Hospitalarios, no tenían intención de trasladarse en la Orden de los
Hospitalarios y todavía profesaban la Regla Templaria, aunque el Templo había
sido suprimido hacía doce años. Las hermanas se negaron a tomar el hábito de
las Hospitalarias, hasta el punto de que el Papa (Juan XXII) en 1324 les ordenó
que, si no lo hacían, sus bienes serían embargados. En los Archivos vaticanos
sobre la historia alemana en tiempos del emperador Luis de Baviera se lee: “No
siempre está claro si las mujeres llamadas hermanas Templarias eran miembros de
pleno derecho de la Orden o simplemente asociadas, sin embargo, es cierto que
desde 1272 fueron monjas de la casa templaria de Mühlen, en la diócesis de
Worms".
1286-1287? – Gaillarda, viuda de Roger Blome,
vivía en una casa propia pero dentro de la preceptoría del Templo de Londres.
1288 – Adelisa, viuda de Henry Morsels,
“nuestra hermana” (no parece haber obtenido la máxima participación) había
vivido en la casa de la Orden de Gante (Flandes Oriental). Geoffrey de Vihier,
visitador de la Orden del Temple en Francia, Inglaterra y Alemania, informó que
Adelisa le había pedido recibir al prior Lord Arnulph de Assche, para que
pudiera hacer uso de la segunda capilla de la casa de Gante, de la que ella
había financiado construcción. Como se
muestra específicamente en la documentación de Adelisa, vivió en la casa de los
Templarios y es posible que ella hubiera financiado una segunda capilla para
tener un lugar de culto en el que rezar separada de sus hermanos.
1300: Adelheid fue la primera esposa de
Rüdiger von Willheim, Caballero templario, ambos seguidores del Temple. De la
documentación parece que ella había elegido vivir en la casa del templo de
Mossbrunn, servir a Dios por el resto de su vida y había seguido la regla
completa como Hermana de la Orden. Lo sabemos porque esta mujer noble había
pedido al preceptor de la casa del Templo que Mossbrunn (ahora Moritzbrunn en
Alemania), en la diócesis de Eichstätt, permiso para abandonar la Orden (quizás
después de la muerte de su marido) por razones de salud. Hacia 1308-1311 el
molino le fue devuelto, que la pareja había donado a los Templarios, como
consecuencia del regreso a la vida secular. Sin embargo, ella vivía en una casa
contigua al Templo, pero no en el Templo. Adelheid entró en la Orden como
esposa de un Hermano de la Orden. La regla permitía a las parejas, mujeres
casadas convertirse en miembros asociados, pero estipulaba que las esposas no
podían recibir la máxima afiliación y no podían vivir en una casa de la orden.
Sin embargo, la Regla fue aplicada con una interpretación amplia para satisfacer
las necesidades de la Orden y sus donantes. Mientras algunos estudiosos han
identificado algunas parejas para quienes la Regla había sido aplicada
restrictivamente para su aceptación, en otras ocasiones estaba previsto que un
hombre (o una mujer) pudiera ingresar en la Orden, en caso de que uno de los
dos hubiera sobrevivido al otro.
1309 – Hermano Ponzard de Gizy, comendador
de la encomienda de Payns (el mismo que el primer maestro), cerca de Troyes (en
Champaña), en el noreste de Francia, dio testimonio a los comisionados
pontificios que las hermanas fueron admitidas regularmente en la Orden. Los
hechos son relatados por Michelet (1841) y Lizerand (1964): “durante el proceso
de París se produjo un memorando escrito por Ponzard de Gizy, comandante de
Payns, donde se menciona la admisión de las hermanas que prometieron tres
votos: pobreza, castidad y obediencia”. Recuerda también que, en el período de
los arrestos, en octubre de 1307, en la casa de Payns había una hermana, la que
tenía una criada personal, que se llamaba Hersante. La monja no fue arrestada
junto con sus hermanos, pero aún vivió en la casa hasta 1309, mientras la casa
era administrada por el guardián designado por el rey. Los testimonios dados
por Ponzard indican por tanto que las hermanas Templarias de Payns había hecho
los tres votos y, por lo tanto, eran hermanas "plenas".
La Casa del Templo Payns y sus dependencias (1128 – 1307).
1310 (23 de febrero) – Raynard Bergeron, hermano sargento, testificó ante los comisionados pontificios (durante el procedimiento a los templarios francés) haber sido invitado a unirse a la Orden por el Comandante local, pero se había negado, a menos que también se le permitiera a la esposa para venir con él. El Comendador estuvo de acuerdo, porque de esta manera podría apropiarse de las propiedades de Raynard para la Orden. De los documentos no se sabe si su esposa había pasado por la misma ceremonia de admisión que él y cuál era su puesto en la Orden. Durante el interrogatorio que la iglesia le hizo a Raynard, este intentó convencer a los comisionados de que el Comendador quería dejarlo entrar a través del engaño, de ahí que su membresía en la Orden no era válida. Seguramente esta actitud se dio por el hecho de que en los procesos franceses, los acusados de pertenecer a la Orden eran considerados herejes, se utilizaba la tortura y por ello Raynard trató de convencer a sus jueces de la idea de que él no pertenecía legalmente a la orden.
¿Por
qué la mujer era un asunto tan complicado?
La
misoginia de la época era dada por el contexto. Es sabido que la Orden del
Temple nació a la sombra del Císter y uno de los exponentes más claros de este
movimiento monástico fue Bernardo de Claraval y fue por su influencia que se
creó la norma de vida templaria. A Bernardo de Claraval se le atribuye
paradójicamente uno de los esfuerzos más rotundos por feminizar la
espiritualidad cristiana medieval. Ahora bien, esa feminización orbitó en torno
de la exaltación de María, virgen y madre de Jesús, como modelo de referencia y
virtud para todo el orbe cristiano.
La
Orden del Císter o la Santa orden del Císter, era una orden
monástica católica reformada. Tenía como regla la de San Benito,
de la que se aspiraba seguir en forma estricta. Nació en 1098 como
una reacción de la relajación que consideraban tenía la Orden benedictina
de Cluny de 910, (siempre todo tiempo pasado fue mejor, así sea el
año 900…) queriendo volver al espíritu original de la Orden de San
Benito de 529 y todo esto para señalar entre otras cosas y de manera mezquina,
cuán vil era la condición femenina en su esencia original.
Para
Bernardo de Claraval, María actuaba como solución de la condición inferior y
maligna de la mujer y de esta manera redimirla y purificarla mediante su santísimo
manto. En su homilía De laudibus Virginis Matris II, 3, Bernardo expuso la
doble condición negativa y positiva de la mujer así: “Alégrese Eva
principalmente, pues de ella primero nació el mal, y su oprobio pasó a todas
las mujeres. Porque ya está cerca el tiempo en que se quitará el oprobio [...].
Así, corre, Eva, a María, madre corre a tu Hija: ella responderá por ti,
quitará tu oprobio, dará satisfacción a su Padre por su Madre; pues ha
dispuesto Dios que, ya que el hombre no cayó sino por una mujer, tampoco sea
levantado sino por una mujer”.
Gracias
a María, las mujeres entrarían a una nueva época, llena de gracia. Si Eva trajo
el mal a la Tierra, solo la madre de Jesús repararía tal pecado. María entonces
se convirtió en modelo de virtud a pesar de ser mujer.
Mujer:
la mejor excusa para acabar con los templarios.
La Diócesis de Worms (Dioecesis Wormatiensis) es una sede suprimida de la Iglesia Católica y un antiguo principado eclesiástico del Sacro Imperio Romano.
Durante la persecución a los templarios, la mujer fue protagonista y esta es la principal prueba de que las mujeres hacían parte de la orden, pues se les acusaba a los templarios de que cuando la hermanas ingresaban en la orden, los maestres las desfloraban. Y los maestres abusaban de las otras hermanas, que eran adultas y pensaban que estaban entrando en la orden para salvar sus almas.
Independientemente
de que tanto Felipe IV o Clemente V inventaran todo tipo de herejías para
acabar con la orden, difundir una mala fama y no pagar lo que les debían entre
otras cosas, se requiere siempre de un poco de verdad para poder esparcir la
mentira, en este sentido, si el público en general compró la idea de que los
hermanos templarios tenían relaciones con las mujeres, es porque debía haber
mujeres en las encomiendas y en la fraternidad en general, de lo contrario, no
sería creíble el rumor.
Bibliografía
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