Diálogo masónico entre una Escuadra y un Cincel

 


Por Margarita Rojas Blanco M.·. M.·.

- ¡Que insolente eres! - Le reclama la Escuadra al Cincel con gran frustración, no tanto por lo que le dice, sino más bien por lo que no le dice.

- ¿Pero qué otra cosa quieres que te diga? - Le responde el Cincel con repelencia, esa característica típica del que es escaso en argumentos.   

- Entonces la voluntad es una quimera, no hay otra explicación. - Dice la Escuadra con desgano.

- ¿Quimera? ¿Quieres decir entonces que todo esto no es más que un monstruo imaginario que vomita llamas, tiene cabeza de león, vientre de cabra y cola de dragón? - Responde el Cincel con sorna.

- No me refiero a eso, no seas tan cínico. Me refiero más bien a aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo. Y es que me pregunto si los ideales de la masonería son reales, o estamos frente a una fábula, con múltiples historias con consecuencias aleccionadoras que nos contamos a nosotros mismos, pero que no dejan de ser eso, historias.

- Ok. ok, entiendo tus angustias que también son las mías, aunque no parezca, pero te propongo mi querida amiga, que, si me vas a clasificar de cínico, entonces me veas más como a Diógenes y menos como a Antístenes, y practiquemos la anaideia. Verás mi querida amiga, no trabajo yo solo, junto con mi amigo el mazo, como instrumentos activos que somos, y representamos los esfuerzos que, a través de la voluntad y la sabiduría realizamos, debemos trabajar arduamente, para acercarnos a la efectiva construcción de los ideales que mencionas. De algún modo, simbolizo la perfección que debe existir en el Ser Espiritual, el problema es que ese ser espiritual está dentro de un ser de carne y hueso, que no hace más que equivocarse, característica propia de los inmortales.

- Entonces estamos perdidos, porque por más cálculos que hagamos, por más medidas que tomemos, por más que controlemos el impulso que lleva la mano que sostiene el mazo, no lograremos nunca nuestro objetivo. Que tragedia.

 - ¿Griega?

- ¡Cínico de nuevo!

- Honor que me haces. Pero bueno, explícame que es lo que ves con tanta claridad que yo no. De pronto no te estoy entendiendo.

- Mira, es sencillo, tú ves las cosas desde la virtud, porque de alguna manera eres estoico, yo por el contrario lo veo desde el mal, es decir, los males de la sociedad, y es que nosotros hacemos cuentas, mediciones, cálculos complejos, y lo hacemos con otras herramientas amigas, somos digámoslo así, un combo de herramientas que quedamos satisfechas, felices, mirando esos números tan perfectos y fantásticos, en un papel, y que serán la guía para que tú y tus otros compañeros realicen el trabajo operativo, pero el resultado final no se parece en nada a lo calculado, y eso me agobia terriblemente. Entonces pienso que esto es una mentira, y lo peor de todo, no es que lo sea, es que le permitimos a los que nos utilizan, hacerlo desde el engaño.

- Mi querida Escuadra, que te puedo decir, esto más que una escuela iniciática, es el arte por el arte, nada más.

- ¿Tan poco?

- O tan mucho. Mira, mi querida Escuadra, cuando uno está interpretando un papel, es cuando se muestra más natural, y eso puede ser muy mezquino, y es aquí donde radica el problema. Si los que nos usan para sus medidas, para sus discursos pontificantes vacíos, para sus coreografías repetitivas semanales, o sus ceremonias rimbombantes solsticiales, si ellos no interpretaran un papel, sino que más bien, fueran ellos el papel, otro gallo cantaría y el templo de Salomón sería entonces más digno y la granada más dulce.

- ¿Eso quiere decir mi amigo Cincel, que el problema no somos nosotros, sino ellos?

- ¡Totalmente!

- Entonces estamos perdidos. Verás mi amigo, la sociedad castiga al idealista y premia al charlatán, nunca perdona al soñador, pero sí al criminal, es por esto que considero que la culpa de todo este sin sentido que es el mundo hoy día, la tiene el tiempo, porque si bien es el mejor consejero y nos ayuda a resolver las penas del corazón, porque al final el olvido es la única venganza y el único perdón, también va en nuestra contra, porque ayuda a que se nos olviden no solo nuestras tragedias, sino su lección. Me explico: el joven aprendiz, llega a las puertas del templo con una idea inocente de lo que es la masonería. Sus mayores le enseñan los misterios primordiales, las herramientas básicas, como usarlas y cuál es su fin último, pero comienza a pasar el tiempo, inexorable, y le va haciendo olvidar a fuerza de días, meses y años, lo que aprendió hace tanto, entonces hasta se le va olvidando para qué fue que llegó hasta allí.

- Qué equivocada estás. Si ese joven realmente quisiera utilizar las herramientas como se las enseñaron a manejar, ¿Por qué habría de olvidarlo? Entonces no era un deseo genuino. Es como manejar bicicleta o ser estúpido, una vez lo aprendes, no se te olvida nunca. Y es una explicación muy terrenal por demás. Aquí el problema es otro: es el ejemplo. Los masones se juzgan mucho entre ellos, porque no son capaces de juzgarse a sí mismos, y ahí radica el problema. Mira tú, por ejemplo, se supone que la Escuadra sirve como medida para asegurarnos de que el trabajo se realiza según los criterios universalmente reconocidos y aceptados, y estos son los medios complementarios mediante los cuales la perfección que se ha concebido, es decir, la que los masones han definido como perfecta, se logra efectiva. Representas, además, mi querida compañera de luchas, el símbolo de la rectitud masónica, y el Aprendiz masón te utiliza como signo y guía en cada paso de su progreso, recordándole de manera permanente, cada vez que se abren los trabajos, que tiene un deber, como masón, de que sus acciones se ajusten a la rectitud. Eres el esfuerzo por alcanzar el ideal que los masones se han propuesto y que, por tu particular y genial forma, puede ser continuamente revisado y ajustado de ser necesario, para asegurar que esté en línea con el ideal propuesto. Representas también la igualdad que debe primar entre todos los seres humanos y eres considerada nada más y nada menos que la joya del Venerable Maestro. ¡Mírate no más! Simbolizas la sabiduría, que obliga a ser recto e imparcial en los juicios y moral en sus acciones, para servir de ejemplo a los hermanos de la logia. ¡Ejemplo! He ahí la palabra clave. El aprendiz llega a la logia, escucha miles de cosas y lee otro tanto, pero ¿qué ve? Gente haciendo otras cosas o lo que es peor aún, ¡haciendo nada!

- Eso es verdad mi querido Cincel, lo veo en todas y cada una de las tenidas y de primera mano, verás, a veces me ponen encima de una biblia, otras tantas sobre una constitución política, o sobre una de alguna federación con nombre grandilocuente, y siempre se hacen los mismos juramentos de fraternidad, justicia e igualdad para todos, ¡para todos! Pero eso no se cumple ¡y lo hacen frente a mis narices! Por ejemplo, tu, que se supone que concentras y diriges la fuerza del mazo en armonía con los propósitos que los masones han definido para la construcción de su obra, tu que eres tremendamente activo, que simbolizas los esfuerzos, que por medio de la voluntad y la inteligencia los masones necesitan hacer para lograr alcanzar sus ideales auto impuestos, y que se supone representan y expresan la perfección de su ser, del ser, ¿has sentido que seas utilizado con esta pureza? No, ¿verdad? Los he visto argumentar una y otra vez, lo que debe ser una buena persona, y quisiera yo gritarles que, en lugar de eso, ¡sean una!  Y estoy aquí llegando a mi siguiente propuesta, querido Cincel: el problema es de ego, si señor, la masonería exacerba los egos, es por esto por lo que el que pisa el ajedrez, así sea peón, en un par de tenidas o de años, termina creyéndose el rey, o lo que es peor, termina siéndolo.

Razón la tienes toda, querida Escuadra, y es que nada que valga la pena se puede enseñar, por eso no se puede enseñar a una persona a ser buena, eso ya viene con ella, o no, pero si tiene algo de malo, el ritual se lo aumenta y el titulo se lo bautiza.

- Así es amigo Cincel, podemos nosotros decir misa y nada va a cambiar, porque el problema no son los rituales, ni las herramientas, ni las liturgias y mucho menos los grados, el problema es la materia prima, y es que la sociedad existe solo en las mentes de las personas, en el mundo real solo existen las personas, quienes son las que hacen las cosas, no nosotros.

- De acuerdo contigo, mi atribulada Escuadra, y es que cuanto más uno se eleva, más pequeños nos vemos para quienes se quedan en tierra, esos que no saben volar. De pronto nosotras las herramientas, estamos muy elevadas para los obreros que nos maniobran, o a lo mejor, el tema puede ser también, que falten algunas herramientas más, no sé, se me antoja que dentro de las herramientas debería estar el espejo, mira, debería haber un espejo en cada taller, uno inmenso, para que cada vez que un masón se mire en él, recuerde quien es, quien puede ser, y sobre todo, quien es su peor enemigo.

- ¡Si, si! Yo creo que sí, es un asunto de autoconocimiento. Cincel, es que si uno mira durante largo tiempo a un abismo, el abismo también termina mirándolo a uno, y es aquí donde la grandeza del ser humano está en juego. El ideal del masón no es otro que ser un buen ser, así de simple, pero en el camino se le presentan falsas joyas que lo ilusionan, confunden y desorientan, como la lanza de estandarte de Abigor, ese hermoso caballero que cabalga sobre un monstruo alado, manda sobre 60 legiones infernales, conoce el porvenir, los secretos de la guerra y el arte de hacerse amar por sus soldados. Terminan entonces los masones trabajando para Abigor, con lanzas y puñales, clavando una sica en la espalda de sus hermanos, en lugar de dominar el sublime arte de usar una escuadra y un cincel. Me pregunto entonces ¿Qué debemos hacer?

- La pregunta mejor formulada sería, ¿Qué podemos hacer? ¿Qué crees tú, amiga Escuadra?

- ¿La verdad Cincel? Nada, no podemos hacer nada y es que además no es nuestra obligación, ¡faltaba más! Todo está en manos de ellos, los masones y la experiencia centenaria que tienen ya, y bueno, la experiencia no es más que el nombre que le dan a sus propios errores. 

Es mi palabra.