DE LA FALACIA AD HOMINEM ENTRE MASONES

 

Por Margarita Rojas Blanco M.·. M.·.

Una falacia Ad Hominem es una espada muy bien empuñada que tiene una hoja decorada con repujados barrocos, sádicamente afilada, místicamente pensada, y siempre orientada al corte y a la estocada final, como una katana del samurái, provocadora y cruel, o el estoque del torero.

Me ha tocado ser testigo de acaloradas discusiones entre Queridos Hermanos en chats de WhatsApp tan difíciles que algunos de ellos terminan retirándose y no regresando. Estos grupos suelen ser informales y de doble vía, y en ellos se reciben chistes, memes, felicitaciones de cumpleaños y por supuesto las múltiples saetas que se lanzan al viento, pero que llegan directamente a la ideología del querido hermano, hiriéndolo, afortunadamente no de muerte, pero sí de ego.

Lo interesante de la situación, es el método utilizado por algunos queridos hermanos a la hora de argumentar, y creo que es oportuno entre Masones ilustrar un poco el concepto de falacia, lo tipos existentes y, por sobre todo por ser la más utilizada y la que nos convoca en este escrito: la falacia Ad Hominem.

Debemos comenzar primero por comprender que es la lógica, porque las discusiones casi siempre comienzan por dar a entender que lo que dice el otro no es lógico. La lógica es pues una rama de la filosofía que estudia los principios de la demostración y la inferencia válida, las falacias, las paradojas y la noción de verdad. Y es también uno de los estudios cardinales del segundo Grado simbólico de la masonería.

La palabra falacia viene del latín fallacia y significa “engaño”. Falacia es un argumento que, aunque parece válido y se escucha como lo que llamaríamos lógico, no lo es y lamentablemente lo escuchamos o lo padecemos más de lo que quisiéramos.

Generalmente una falacia es utilizada de manera deliberada para persuadir o manipular a alguien, aunque otras veces se dicen sin intención por pura ignorancia o ligereza a la hora de argumentar, o también por el afán del interlocutor de convencer rápidamente al otro, de que el sí tiene la razón en algo.

 

Y es que en un grupo de WhatsApp la falacia se utiliza de manera repetitiva, porque el chat es una suerte de ágora moderna en donde alguien se planta frente a todos y lanza su comentario para que los demás lo lean, le regalen un emoticón de aplauso o de corazón rojo encendido, y en ultimas le hallen la razón y le ensalcen su ego.

 

La falacia es pues una herramienta muy peligrosa que sirve para apalancar la mentira, sostener una verdad a medias, medir la ignorancia del otro, maniobrar la visión ajena y darle vuelta a favor del manipulador, siendo esta una estrategia de convencimiento poderosa por su misma simpleza. Nos encontramos en la era del “quien responde más rápido algo, no importa qué ni cómo”.

 

Es por esto que las falacias fueron en 2023 tristemente célebres por su desbordado protagonismo a la hora de argumentar, y su toxicidad radica en que la mayoría de las veces llegan a ser muy sutiles y convincentes, por lo que es necesario prestar mucha atención para no caer en su trampa, en especial porque los masones somos tremendamente curiosos y especulativos y, por lo tanto, nos gusta argumentar, a veces demasiado…​

 

Para entender mejor esto hablemos entonces de las premisas y las proposiciones:

 

Una proposición nos expresa un contenido al que, bajo cierto procedimiento acordado, es posible asignarle un valor de verdad (usualmente "verdadero" o "falso") Una premisa es entonces cada una de las proposiciones anteriores a la conclusión del argumento. En un argumento válido, las premisas implican la conclusión, pero esto no es necesario para que una proposición sea una premisa: lo único relevante es su lugar en el argumento, no su rol.​ Al ser proposiciones, las premisas siempre afirman o niegan algo que puede ser verdadero o falso.

 

Veamos el siguiente argumento:

  1. O es sábado o es domingo.
  2. Si es sábado, entonces no trabajo y descanso.
  3. Si es domingo, entonces no trabajo y descanso
  4. Por lo tanto, no tengo que trabajar y puedo descansar.

En este argumento, las proposiciones 1, 2 y 3 son las premisas, y la proposición 4 es la conclusión. Un argumento puede tener cualquier número (en general finito) de premisas, incluso ninguna (en cuyo caso la conclusión suele ser un teorema y una verdad lógica).

  1. Todos los seres humanos son mamíferos.
  2. El Querido Hermano Anderson es un ser humano
  3. Por lo tanto, el Querido Hermano Anderson es mamífero.


Que un argumento sea ficticio no implica necesariamente que sus premisas o su conclusión sean falsas ni que sean verdaderas. Un argumento puede tener premisas y conclusión verdaderas y aun así ser falaz.

 

Por ejemplo, si digo:

 

  1. El extremismo de la ultraderecha es peligroso para la democracia
  2. José es del partido de la ultraderecha
  3. Por lo tanto, José es peligroso para la democracia

 

Aquí, no necesariamente estoy llegando a una conclusión verdadera, aunque las premisas si lo sean, y nos estamos acercando con este ejemplo a la falacia Ad Hominem, pero por ahora dejemos tranquilo a José.

 

Lo que hace falaz a un argumento es la invalidez del argumento en sí. De hecho, inferir que una proposición es falsa porque el argumento que la contiene por conclusión es falaz, es en sí una falacia conocida como argumento ad logicam, pero este es otro tema.

 

Existen falacias formales e informales. En las formales el error reside en la forma o estructura de los argumentos, y en las informales, entre las que se encuentran las Ad Hominem, tan utilizada hoy día en el marco de la polarización por la que atravesamos, son aquellas en las que la falta está en algo distinto a la forma o estructura de los argumentos.

El termino Ad Hominem viene del latín y significa “contra el hombre”, y es aquella en la que, en lugar de atacar al argumento, o la posición y las afirmaciones del interlocutor, se ataca al interlocutor mismo. La estrategia consiste en descalificar al otro. Por ejemplo:

  • A afirma B;
  • Hay algo cuestionable acerca de A;
  • Por lo tanto, B es cuestionable también

 Por ejemplo:

  • Interlocutor X: El origen de la violencia en Colombia tiene como una de sus principales causas, la distribución de la tierra hace 200 años.
  • Interlocutor Y: Usted nunca ha vivido en el campo, por lo tanto, Usted no puede opinar sobre el tema.

Aquí se da por sentada la falsedad de la información tomando solo como argumento que quien la está diciendo no está calificado para opinar acerca del tema en cuestión.

Otros ejemplos de falacia Ad Hominem:

  • Eres empleado público, no puedes hablar de corrupción.
  • Nunca has pasado necesidades económicas, no puedes hablar de pobreza.
  • Eres muy joven, no entiendes como eran las cosas antes.
  • ¿Cómo es que estás en contra de la tauromaquia, si comes carne de vaca?
  • Tú no tienes hijos, no sabes de lo que hablas.

Aquí también se da por sentada la falsedad de la información tomando solo como argumento que quien la está diciendo no está calificado para opinar acerca del tema en cuestión. No se critica el argumento, no se tienen en cuenta las proposiciones, ni la premisa como un todo, solo se descalifica a quien expone.

Esta es una herramienta (no masónica) muy popular, porque es fácil de armar y aunque es brusca, pesada y un poco tosca, es efectiva, como una espada, sobre todo porque juega con las emociones que es donde con más frecuencia nos quebramos.

Hablemos entonces de la espada, la que representa el valor, la dignidad y el honor de los masones. En Logia se emplean dos clases de espadas: la flamígera y la espada normal, de hoja rectilínea, con filo en ambos lados, diferente al sable, cuya hoja es curva y de un solo filo. 

La hoja de la espada flamígera es ondulada y representa la “…espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino al árbol de la vida.”, según dice el versículo 24, capítulo 3, del Génesis, y si lo dijo la Biblia entonces...

La espada flamígera representa el poder espiritual del Venerable Maestro y sobre ella el recipiendario presta sus juramentos y se constituye como Aprendiz Masón. 

 

Pero el uso de la espada normal afilada, como la lengua, puede proteger o destruir. Nos recuerda lo terrenales que somos, porque con fuego le damos forma y con agua templamos su acero, así como con nuestras palabras podemos encender una llama y crear el peor de los incendios, o dar alivio, como el agua fresca y cristalina sacia la boca seca.

 

Es por esto que el masón debe ser muy cuidadoso a la hora se usar sus herramientas, pues cualquiera que sea su uso o su función primordial, en el camino del trabajo operativo, por lo desgastante que es, se puede olvidar que al final del día, el que realmente moldea los corazones de los seres humanos es el trabajo especulativo.

 

Es mi palabra.